El escándalo continúa
En Estados Unidos el escándalo sobre la noche de borrachera y contratación de prostitutas de sus agentes del Servicio Secreto en Cartagena, crece y crece.
Ahora, además de los 12 agentes del Servicio Secreto también están investigando a 12 militares. Y aunque la Casa Blanca asegura que de su equipo nadie está involucrado, muchos quieren que se lleve a cabo una pesquisa independiente.
Lo que tiene más enfadados a los gringos, no es la contratación de prostitutas, sino el mal comportamiento de estos hombres; sobre todo, su borrachera, el escándalo formado para no pagarle a la mujer y la poca inteligencia y juicio que los agentes mostraron.
Muchos se preguntan que ¿si los agentes estaban tan intoxicados como para no recordar por cuánto habían negociado la noche de sexo, o para no reconocer que se trataba de una prostituta, entonces, también estaban tan borrachos como para haber entregado información crítica sobre la seguridad de Obama y sus acompañantes? Naturalmente, en su borrachera podrían haber facilitado claves y procedimientos de seguridad.
¿Ha ocurrido esto en otros viajes de Obama? Porque, prostitutas hay en todo el mundo.
No es sino ir en París al bosque de Boloña, o a cualquiera de las calles aledañas a la plaza Pigal, o recorrer en Roma la Vía Apia, o en Ámsterdam pasar por el barrio rojo, o ir a los grandes destinos turísticos del Asia, como Bangkok, Singapur o Hong Kong, para encontrar prostitutas por montones, legalizadas y hasta con carnet de salud y prestaciones sociales.
En los grandes hoteles de Nueva York, donde es ilegal la prostitución, todo lo que tendría que hacer uno de estos agentes es preguntar a un conserje, quien, prudentemente, le enviará a su habitación una “dama” multilingüe, profesional y sofisticada, quien le cobrará mucho más de los supuestos US$ 800 que pretendía la cartagenera.
Estoy cansada de oír excusar a los hombres que usan prostitutas. Siempre hay alguien dispuesto a quitarle el estigma al tráfico del cuerpo femenino, como el alcalde de Cartagena, quien quiere ocultar lo que pasa en su ciudad llamando a las prostitutas “acompañantes”.
¿Cómo llamará el alcalde a los proxenetas que las explotan, o a los alcahuetas de los hoteles, en este caso, del Hotel Caribe?
Me gustaría que alguien con capacidad de investigar preguntara si las “acompañantes” tienen que pasarle algo de sus ganancias al hotel y si el hotel tiene algunas disponibles para sus clientes “solitarios”, sinvergüenzas y borrachos.
Vamos a ver si los cartageneros son capaces de combatir esta lacra. O se van a hacer los locos, dando toda clase de excusas. Porque, aunque la prostitución sea “eterna”, actitudes como la del alcalde son una vergüenza.
La prostitución disminuye y humilla a la mujer. Y aunque los hombres no lo crean, también los humilla a ellos cuando tienen que pagar para tener satisfacción sexual. ¿Qué puede ser más humillante y empequeñecedor que esto?