Mario González Vargas | El Nuevo Siglo
Domingo, 19 de Junio de 2016
El destino de la paz
 
“TENEMOS información amplísima que ellos están preparados para volver a la guerra y a la guerra urbana, que es mucho más demoledora que la guerra rural, eso es una realidad, lo sé y por eso es tan importante que lleguemos a un acuerdo”. Ese pronunciamiento del presidente Santos en el Foro Económico Mundial, que se celebra en Medellín, develó a los colombianos unas realidades desconocidas sobre el proceso de negociación de La Habana, que hoy dejaron de ocultarse al conocimiento de los ciudadanos. Inmediatamente despertaron inmensa preocupación y desconcierto, porque revelan circunstancias bien diferentes a las difundidas oficialmente sobre lo que acontece en la negociación y sobre la postura, intención y estrategia de las Farc.
 
Las palabras del Presidente exigen explicaciones porque ellas hacen claridad sobre la inexistencia de la voluntad de paz de los subversivos y tornan incomprensible la posición del Gobierno de adelantar, a sabiendas de ello, una negociación bajo la amenaza inminente y permanente del terrorismo urbano y rural. A la sombra de esa estrategia del terror de la subversión, la suspensión de los bombardeos a sus campamentos y el cese de operaciones militares de la Fuerza Pública ordenado por el Gobierno, adquieren el carácter de postración  ante la soberbia intimidación del principal verdugo de los colombianos. 
 
Es difícil desentrañar las verdaderas intenciones del presidente Santos. Quizás, tan contundentes afirmaciones obedezcan al convencimiento tardío de que se impone un redireccionamiento de la negociación que permita mayor consenso político interno y fije límites infranqueables a los subversivos, para darle una última oportunidad a la paz. Al fin y al cabo, cada cual tiene su estilo y manera de resolver sus encrucijadas, que en este caso no son menores, porque implican fijar términos y condiciones que hasta ahora no conoció la negociación, pero que son propios de la legitimidad política y superioridad militar del estado colombiano.  
 
No pueden proseguir los diálogos de La Habana bajo la amenaza permanente de la reanudación del terrorismo y el silencio sepulcral de las Farc sobre su real voluntad de paz. Resulta imperativo que sus representantes expresen sin ambages su compromiso de paz, cesen sus actividades delictivas, procedan a solicitar el perdón a sus innumerables víctimas y hagan claridad sobre la entrega y destrucción de sus armas. La refrendación, cualquiera que sea el mecanismo que se acuerde, requiere la previa desmovilización de los efectivos guerrilleros y su desarme absoluto y verificado. De la firme voluntad gubernamental depende el destino de la paz.