MARTA LUCÍA RAMÍREZ DE RINCÓN | El Nuevo Siglo
Miércoles, 8 de Febrero de 2012

Mirar modelo económico de emergentes

Como se discutieron en el Foro Económico Mundial de Davos, los múltiples problemas económicos que se presentan en Estados Unidos y en la Zona Euro marca aún más la reconfiguración del poder mundial. Entran en debate muchas preguntas e inquietudes acerca de la interpretación que de ello se puede extraer para un país como Colombia, que se encuentra en la realización de un proyecto económico de país dentro del contexto mundial.
En ese sentido es importante analizar la experiencia de otros países que se han embarcado en la misma ruta, pero de distintas formas y con diversos resultados. En este punto, se incorporan los llamados países emergentes, aquellos que: i) han crecido de forma acelerada durante la última década y serán el motor del crecimiento mundial en los próximos años, ii) han sacado a millones de personas de la pobreza mediante la alta generación de empleos y iii) han tenido un alto margen de maniobra para apaciguar el efecto de los choques negativos provenientes de Europa y Estados Unidos.
Una característica común que tienen dichos países, es la presencia de un Estado modernizador que, además de proveer los incentivos adecuados en materia de infraestructura y regulación para fomentar inversión, eficiencia, exportación, ciencia, innovación y avance tecnológico, ha sabido impulsar el crecimiento de sectores estratégicos que contienen alto valor agregado y requieren la aplicación de conocimientos complejos, provenientes de una mano de obra altamente educada y especializada. Todo esto, sin dejar de lado la producción de los bienes tradicionales como materias primas y recursos naturales, que fueron los que inicialmente marcaron la pauta para entrar en la dinámica del intercambio mundial y conseguir socios comerciales que ofrecieran la oportunidad de empezar a ampliar la escala de producción.
Lo anterior es lo que muchos han denominado como una versión inteligente de capitalismo de Estado, la cual propende por apoyar a las empresas nacionales evitando generar como contraparte: i) una disminución de la eficiencia, la competitividad y el ingenio expresado en el emprendimiento y la innovación y ii) un Estado en función de asegurar las rentas de un limitado número de agentes particulares; un Estado politizado.
Por el contrario, la idea es coadyuvar a la formación de competidores mundiales, que a partir de cierto punto empiecen a generar, por sí mismos, capacidades propias que les permitan jugar mundialmente sin el apoyo del Estado.
Como lo muestran los hechos, las economías que más rápido han salido del rezago, convergiendo en términos de crecimiento, son precisamente aquellas donde se ha aplicado este modelo de capitalismo: capitalismo de Estado.
Entre tanto es importante destacar que para llevar a cabo este proyecto es crucial contar con una estructura de Estado transparente y sin burocracia, donde las instituciones como representantes del interés colectivo, sin rigideces o impedimentos para el dinamismo, permeen más allá del interés particular, definan criterios claros e inteligentes de acción y sean ejemplo de disciplina.
En Colombia deberíamos pensar qué podemos extraer de esta experiencia a la hora de enfocar nuestra política industrial y comercial en torno de las capacidades existentes en el sector minero energético y a aquellas que potencialmente podemos desarrollar en el sector de las manufacturas y la biotecnología.
En tal sentido, debemos responder acertadamente a estas preguntas: ¿cómo escoger socios estratégicos para ampliar nuestros mercados de destino? ¿Cómo reducir el desempleo a niveles mucho más bajos? ¿Cómo sostener el alto crecimiento de la industria al largo plazo y, en general, cómo desarrollar un proyecto económico de país construido en el campo de la interacción -asociación- entre el sector público, el sector privado y la academia? Algo como lo que ya ha empezado a hacer acertadamente Brasil.