Más conversaciones | El Nuevo Siglo
Martes, 6 de Abril de 2021

Creo que Colombia necesita más conversaciones y menos confrontaciones. Mi columna del martes 23 de marzo, titulada “Máquinas vacías”, donde cuento una anécdota sobre los efectos no deseados de los programas de transferencias monetarias, generó reacciones de todo tipo. Por un lado, 104 empresarios de varios sectores me escribieron compartiendo experiencias similares. Los del sector agropecuario argumentaban que el problema en la ruralidad es peor. Por otro lado, algunos académicos, funcionarios del Gobierno y un dirigente de una Cámara de Comercio, prefirieron atacarme con descalificativos como “antiintelectualismo rampante” y afirmaron que mi escrito acusaba a los pobres de “irracionales, perezosos y mantenidos”. Incluso atacaron a la entidad para la que trabajo, desconociendo que esta columna la firma el suscrito y no una organización.

Soy plenamente consciente de que las experiencias de los empresarios no son, ni mucho menos, muestras representativas para sacar conclusiones; pero si creo que prenden unas alertas importantes a considerar. No en vano, uno de los pasos en la formulación y evaluación de las políticas públicas desde que académicos como Laswell conceptualizaron el tema después de la segunda guerra mundial, es la socialización con la comunidad. Hoy sigue siendo una práctica común, las mesas de trabajo, las audiencias públicas y demás espacios que permiten oír experiencias y posiciones antes de la implementación de una política o en la evaluación de esta.

Una de las palabras que más me gusta en inglés y que es difícil de traducir asertivamente es “Trade off”, que no es otra cosa que la relación costo-beneficio entre dos acciones. La política pública, es un ejercicio permanente de “trade off”. Por ejemplo, si el dinero público se usa para construir una carretera en lugar de un puerto, se asume que trae más beneficios la carretera, pero en algún lugar, un puerto se dejó de construir.  Ante múltiples variables, y el comportamiento impredecible de los beneficiarios de las políticas públicas, es difícil saber con certeza, qué política era más acertada.  Por ello, el diseño de las políticas debe estar siempre basado en la evidencia, aunque toda la evidencia disponible sea exponencialmente incapaz de incorporar todos los factores que determinan el comportamiento humano. Esto explica que las políticas públicas suelan tener consecuencias imprevistas.

Cuando un grupo de empresarios afirme que encuentran dificultades para contratar porque algunas personas prefieren los subsidios, es una alerta de que la política de transferencias monetarias condicionadas puede estar generando una consecuencia imprevista. Leyendo y conversando sobre los testimonios, encuentro algunas señales de lo que está ocurriendo con los subsidios. Pareciera -falta, reitero, mucha información para comprobarlo- que algunas personas prefieren generar ingresos en la informalidad y sumado a lo que reciben en subsidios, evitar ingresar a un empleo formal. También, algunos creen erradamente que al tener un empleo formal van a perder los beneficios.

Esto, creo yo, en vez de confrontaciones debería invitar a conversaciones que desencadenen en estudios que determinen si ocurre y por qué, y poder evitar estas distorsiones en el futuro. Es una lástima que hubieran preferido atacar a un columnista, para negar la realidad. En la investigación es igual de importante la evidencia tomada en procedimientos científicos complejos, que los ejercicios de observación.

Conversemos más, debatamos más, propongamos más.

camiloguzmansaenz@gmail.com