MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 27 de Mayo de 2013

Algunos paralelos

 

Antes de ser nombrado Papa el  Arzobispo  de Buenos Aires había solicitado audiencia a la Presidenta argentina una docena de veces sin obtenerla. Ahora la dama pretende besarlo al saludar, también sin éxito.

Cristina de Kirchner tiene similares méritos nepóticos de dirigir a su país a los que aquí tiene el actual director del Partido Liberal colombiano. Son logros ajenos con incapacidad comprobada propia, pero apoyo político.

Argentina que a principios del siglo pasado era la sexta potencia mundial sufrió el binomio terrateniente - populismo que la debilitó.  Un país que tiene como ídolos a Perón y a Evita merece  la suerte que ha tenido.  Ahora se dirige a otra devaluación, semejante a la reciente en Venezuela.

Las dictaduras o las tiranías o cualquier forma de autocracia son utópicas. Y quien las dirige suele ser un iluso. Esa utopía consiste en creer que puede ordenar lo que han de creer los demás. La otra forma de ilusión es pensar que pueden ordenar los mercados mundiales, la oferta y la demanda universal. Son utopistas. De contera en el país gaucho también suelen ser generales, o cabareteras pero igual ilusos.

Colombia que no ha sido gobernada por el populismo ha logrado una mayor estabilidad económica. Pero también una guerra agraria endémica. Un cuestionamiento violento a la legitimidad del Estado. Empero hay más realismo. Si la sobrevalorización del peso frente al dólar es excesiva el Banco Central busca mitigarla con medidas internas y externas, pero a sabiendas de que es limitada la eficacia de una totuma frente a un tsunami, como anotaba con humor un exministro de Hacienda. Eso no es posible bajo el esquema peronista por cuanto allá el banco central no es autónomo. Y peor aún el control de cambios beneficia a algunos con nombre propio. Si bien en Colombia también alguna familia presidencial tiene amigos y cuentas corrientes en paraísos fiscales como las islas Caimán, la política monetaria está manejada por técnicos sino del todo apolíticos, si sustraídos al afán partidista. A estos les preocupa más lo que piensen de ellos sus pares, y casi siempre obran en consecuencia.

En Argentina, sin embargo, se ha aprobado una ley de educación gratuita que cubre a la carrera universitaria. Para ello han destinado un buen presupuesto pero inferior al que nosotros destinamos para la guerra. El promedio cultural argentino supera por mucho al colombiano, basta calcular el número de teatros, de lectores, de escritores. Con esta cobija escolar que lleva la universidad a todos los estratos la diferencia será aún mayor. Aquí en cambio tanto la salud como la educación es un negocio privado. Las universidades tienden a ser con excepciones, unas fábricas de producir tinieblas a mediana escala.

El negocio de la Ley 100 impulsada por el régimen anterior y la asesora de la Cámara de Comercio ascendida a ministra de Educación muestra la pequeñez conceptiva de nuestros gobernantes.

La Ley 100 impulsada por Uribe fue implementada por un desaparecido ministro de Salud que con tesis de grado premiada en Harvard nos legó el caos actual y la desolación para los pobres beneficiarios. La sensibilidad social de la clase dirigente colombiana guarda una ignota isometría con la sapiencia de los gobernantes gauchos en manejar la economía.