Mauricio Botero Montoya | El Nuevo Siglo
Lunes, 22 de Junio de 2015

Simoncito, Pardo y López

 

La educación histórica en Colombia es algo lacustre, vale decir está llena de lagunas, tal como se nota en el caso de Simoncito Gaviria y de la senadora del apartheid caucano quien muy oronda afirma que en el gobierno Valencia se obtuvo la paz, ignorando cómo y cuándo surgen las tres guerrillas Farc, Eln y Epl. Gozne sobre el cual gira la realidad actual, por si no lo notamos. En el caso escandaloso de Simoncito se le premió con la dirección de Planeación Nacional, con el entendido de que allí hay personas que piensan y leen por él. Cierto que aquí no es raro el rasgo dinástico del que el demagogo Gaitán decía “sus apellidos trabajaban por ellos”. Pero dentro de esa tradición de suya antidemocrática, los delfines debían disimular mostrando algún mérito, alguna capacidad.

El paso de Simoncito como director del partido liberal ha sido una muestra de su incapacidad avalada por el apellido. En aras de la modernización del partido creó un sistema que exige a los aspirantes a concejales de pueblo no solo tener computador, manejar internet, sino responder con certificados de Procuraduría, Contraloría, Fiscalía, solo faltó el acta de defunción para asegurarse de que el aspirante no fuera un vivo. Debí ayudar a un aspirante a concejal y tardamos con la ayuda de un ingeniero de sistemas una hora y media de brega para solicitar el aval. Es decir, más que lo que se tardaba en las malas épocas para un visado a Estados Unidos. De modo que el liberalismo va a sufrir otra paliza en los pueblos como se verá este año. Demás que Simoncito lo hizo de buena fe, para evitar que personas sin suficientes méritos pudiesen infiltrarse a diferencia de él  que llegó a la dirección a pulso.  El heredero del heredero en el partido liberal fue Rafael Pardo que ahora funge de liberal en su aspiración a la alcaldía de Bogotá. Pero como es natural la mayoría del partido no está de acuerdo con esas componendas. El liberalismo raso ante la opción de Pachito Santos cuyo aporte a la educación nacional fue proponer que la policía aplaque  las protestas estudiantiles con descargas eléctricas, preferiría abstenerse o buscar un puente con sectores de izquierda democrática. En este caso Clara López, que viene de otra dinastía cuyo distintivo es el de impulsar reformas sociales y defender a las minorías. Tal fue el caso de López Pumarejo y López Michelsen, último presidente que mantuvo trato con los guerrilleros antes de su expulsión a la lucha armada durante el excluyente Frente Nacional.

Bogotá completa doce años ajena a los designios del establecimiento, la firma de la paz augura que los exguerrilleros obtengan representación legal, y en un futuro no muy lejano habrá gobiernos como el de la Bachelet chilena en nuestro medio. Clara López hace parte de una dinastía menos obtusa que la incipiente de Simoncito sostén de Pardo. Y muy seguramente ella será próxima alcaldesa de la capital.