Mauricio Botero Montoya | El Nuevo Siglo
Lunes, 14 de Septiembre de 2015

“El idioma es un legado común”

 

 

SU ABUSO

 

Las siglas y las palabras

 

EL  PIN se convirtió en Opción Ciudadana. Algunos de sus dirigentes están relacionados con diversas formas de delincuencia, su nueva razón social es pues, un alias. Tienen cierto poder cohesionado en provincia, al que se articulan también estafadores del erario aún no castigados por la justicia. Su sigla, sin embargo, no es mentirosa son en efecto ciudadanos libres y no alienígenas expectantes. Y mientras la ley no detenga a los culpables tienen derechos, no solo lo tienen los ciudadanos de maneras finas.

 

 La sigla liberal o conservador tiene más tradición, pero es una tradición muerta, no un pasado vivo con un futuro prometedor. Son más de lo mismo con el agravante de que no se sabe qué será eso mismo. Sirven de comodín para gabelas burocráticas con los aliados más inesperados incluyendo por supuesto al ex PIN.

 

 El Puro Centro Democrático con aguda autocrítica notó que no eran puros, y a pesar de las sugerencias de su Obduliano  consiglierí , primo del purísimo Pablo Escobar, se limitó a Centro Democrático, que no es centro sino extremo y no es democrático. Procuró ayer socavar el sistema legal con la reelección indefinida, y sustituir el Estado Social de Derecho por el Estado de opinión. Y para ello nombraron a Pachito Santos, cuyo mérito conocido es el de exsecuestrado, como vicepresidente. Y al actual presidente Santos como ministro de Defensa, es decir, de guerra interior. Con esas dos fichas quedaba comprometido El Tiempo, y se intentó en vano imponer ese modelo. En países con instituciones menos robustas como Nicaragua, Bolivia, Argentina, Venezuela y Ecuador, los caudillos sí pudieron atornillarse alegando socialismo como parapeto del atropello. La sigla cambia pero el hecho no.

 

 EL partido comunista tenía un periódico que se llamaba Voz Proletaria, como no representaba a ningún proletariado sino a una minoría no ajena a la miseria moral de haber servido tantos años de megáfonos de las atrocidades de la URSS, se quitaron el proletario y se dejaron Voz.

 

Las palabras tienen tacto como los gatos y si son mentirosas terminan por marear. Que un grupo en rebelión contra fallas de otro se haga llamar “Cambio Radical” crea expectativas. Pero cuando se convierte en un mal remedo de lo que denunciaron, la sigla se hace oxímoron, y ni es cambio ni es radical. Ahí tenemos al retoño nepótico de un caudillo abatido y a peculosos exfuncionarios enriquecidos con los desfalcos. No es extraño que con ese abuso mentiroso de las siglas políticas exista apatía y desconfianza hacia los partidos. El idioma es un legado común, un vínculo patrimonial. Las palabras y los nombres nos dicen algo y también algo de quienes las defraudan.