Mauricio Botero Montoya | El Nuevo Siglo
Lunes, 28 de Marzo de 2016
¿Desconocer la Corte de La Haya?
 
Estamos celebrando que Colombia esté próxima a convertirse en un país paria y al margen de la ley internacional, a partir de marzo del 2016. Como advertía el poeta cartagenero, “se salió de plomada la colectiva estupidez”. Lo celebraron la mayoría de los partidos. A la cabeza estaba el uribismo, en cuyo gobierno se violó la Constitución vía el soborno, y se animaba a los delincuentes políticos a huir de la justicia, mientras se chuzaba a los jueces. Esa actitud de insolencia anti institucional interna  ha ganado la puja, hasta convertirse en política internacional. En el pleito limítrofe con Nicaragua se ha convertido toda la Nación en reo ausente en un juicio que sigue vivo contra Colombia. ¡Qué cabezazo! 
 
La venerable y muy respetada Corte de La Haya es un poderoso organismo de la ONU. Sus fallos tienen repercusiones comerciales, diplomáticas, jurídicas y morales. Se puede retirar a tiempo una nación de su jurisdicción, pero no en la mitad del pleito. ¿Será posible disculpar a un demandado que se atiene a un juez sólo si el fallo le es favorable? Esa arbitrariedad patriotera, síndrome del uribismo, se ha elevado ahora a la dignidad de política internacional. Durante la presidencia de Uribe, responsable en gran medida de lo ocurrido, este prefirió el concepto del coronel topógrafo Julio Londoño, en la estrategia con Nicaragua, a las lúcidas tesis de López Michelsen, Indalecio Liévano, Germán Cavelier, Juan Daniel Jaramillo y Carlos Holguín, que fueron ignoradas. Estamos celebrando, pues, las consecuencias del fallo adverso de noviembre del 2012.
 
Es natural que los expresidentes se envuelvan en la bandera patriotera para esquivar la responsabilidad que les corresponde al no acertar a defendernos.  Vociferan contra una respetada Corte, se liberan de asumir la carga de acción o de omisión ante un pueblo que no tiene elementos de juicio y lleva sesenta años en una guerra interior no declarada. Al Gobierno le quedó más fácil buscar apoyo interno exacerbando el instinto territorial de los primates. Pero a la larga esto no impide que la justicia internacional siga su curso con todas sus consecuencias.  Salirse de la normatividad internacional es el consejo de Álvaro Uribe, quien desconoce de hecho la diplomacia. Y que como no sabe bailar le echa la culpa al piso. El país ha quedado ante los otros  como un equipo de fútbol que al estar perdiendo la partida uno por cero, insulta al árbitro y amenaza con desafiliarse de la Fifa, como si eso solucionara algo.