Mauricio Botero Montoya | El Nuevo Siglo
Lunes, 18 de Abril de 2016

Del buen nombre de la Mafia

“Clan Úsuga perteneció a las Convivir”

 

LA palabra Mafia es un acróstico de Morte Alla Francia Italia Anela, grito contra un soldado francés que, como tantos Marines en Colombia, había violado a una muchacha siciliana, en el siglo XIII. Es pues algo más complejo que la delincuencia organizada. Y dentro de los delincuentes es una marca respetada. Solo podían ser capo mafiosos los nacidos en Sicilia, con algún padrino dentro de ella, someterse a unos códigos. Tenían cierto modo de hablar, de callar, de vestirse, y de cortarse el pelo. El napolitano Al Capone pretendió obligar a un peluquero a que le hiciera un corte de Capo, pero este rápido con la barbera le embelleció el rostro con lo cual aún hoy lo conocemos con el apodo de Alfonso cara cortada.  Ser mafioso no era un simple epíteto, como si los criminales fuesen  lingüistas quisquillosos.

Algo similar ocurre aquí con el nombre que se les da al paramilitarismo que durante el gobierno de Uribe tuvo su auge y que dejó vivo el fenómeno. Para no cuestionar la eficacia de esa administración tras la extradición de algunos de sus cabecillas se comenzó a llamarlos bacrim. Es decir se hizo un distingo para denominar algo que no es diferente. Uno de esos grupos al que han  llamado sin pensarlo mucho “Clan Úsuga” perteneció a las Convivir de la gobernación del propio Uribe en Antioquia. Y pretende hacerse llamar “Brigadas Gaitanistas” lo cual tampoco tiene pies ni cabeza, por cuanto los está combatiendo el ejercito que Gaitán defendía de manera exagerada. Al punto que en su último juicio logró que absolvieran a un oficial que había asesinado a un periodista, con el curioso argumento de haberle lesionado la honra militar.

Y es el ejército el que ahora bombardea a ese Clan o Brigadas, o “Urabeños” como los llamaban con todavía menos tacto verbal. Ese nombre infamaba a toda una promisoria región, y daba a entender que ellos dominaban ese territorio. La burocracia al fin comprendió y cambio de error al descalificar de forma genérica a todo el apellido Úsuga, confundiendo justos por culpables. En fin estamos como en la época victoriana, en la que los gays, como decía Oscar Wilde, sentían un amor que no puede decir su nombre. Solo que esto no es amor.

 El problema jurídico va de la mano con el apelativo, ya que si el ejército  los bombardea  corre el albur de asegurarles el nombre de combatientes, según el derecho internacional.