Las Farc y los cansancios
El Secretariado de las Farc tiene una edad promedio entre cincuenta y cinco y sesenta y cinco años. Si no aprovechan el actual pacto quizás muchos de ellos no alcanzarán a ver el próximo. Son militantes con veinte o más años de combate en la selva. Confiesan a algunos de sus excompañeros de izquierda, hoy empresarios o profesionales exitosos, que están cansados. Y que no tienen en sus filas jóvenes idealistas como lo fueron alguna vez ellos en los años 60, capaces de sustituirlos.
En suma están sintiendo en su soledad central la angustia de lo que supondría para su menguada parábola de vida entregar otros cinco o diez años a la selva por una causa que se extravió o está seriamente confundida desde los años 80. Esta encrucijada es más fácil describirla que sufrirla. Gravita en el ánimo de quienes quieren regresar a la ciudad a fundar una familia y hacer propuestas políticas. Que anhelan no pasar los pocos años que les queda de vida como forajidos. Sus declaraciones retóricas son beligerantes pero tras los clichés de medio siglo dejan traslucir la falta de esperanza, el tono de la desilusión, en un timbre de voz que se siente anacrónico.
Hay, por supuesto, muchos motivos que podrían hacer fracasar el proceso de reintegración guerrillera a la vida civil. En una guerra nada es seguro pero la disposición o el cansancio no se había notado tanto en los otros intentos serios de paz.
El fin del conflicto dejará ver con otros ojos el problema agrario. Y hará evidente que cerca de 70 por ciento de los crímenes los produce la sociedad sin la sombra de la guerrilla ni del paramilitarismo. Ese fenómeno de inseguridad hará que se le dé mayor relieve a la Policía y a la educación ciudadana.
Por lo pronto el Gobierno deja en manos de negociadores curtidos la negociación con los ya viejos guerrilleros. Mantiene así la experiencia adquirida en los pactos fallidos del Caguán, cuya labor pedagógica para Colombia y el mundo aún no se valora en su verdadera dimensión. Pero lo cierto es que los actuales negociadores lo fueron durante la administración Pastrana a principios de siglo.
El presidente Santos con agilidad dejó en ese equipo el rumbo del acuerdo o desacuerdo mientras él retoma su propia agenda. Deja así la carga a las Farc de mostrar sus verdaderas intenciones, pero no supedita su gobierno a esa voluntad. Fue una gambeta política inteligente.
Queda la extrema derecha trinando en El Nogal y la extrema izquierda bombardeada y expuesta a otra ola de repudio nacional y mundial. Sin duda es un avance. Las dos franjas extremas que se retroalimentan, dejan ver su propia fatiga política. Como en el adagio romano, “toda necedad sufre el cansancio de sí misma”.