Mayo del 68 (II) | El Nuevo Siglo
Lunes, 28 de Mayo de 2018

Ese Mayo de 1968, tras el el impulso de los estudiantes para que los obreros paralizaran las fábricas en diversos lugares de Francia y la declaratoria de huelga general por el partido comunista de ese país, se generaron intensos debates entre las corrientes existentes en la época, inventariadas por el Nobel de Literatura peruano: “trotskistas, marxistas-leninistas, maoístas, fidelistas, guevaristas, anarquistas, cristianos progresistas y toda suerte de grupos y grupúsculos de extrema izquierda”, pero se cumplió la profecía de Raymond Aron, de que todas las crisis revolucionarias francesas “son seguidas, después de la fase de las barricadas o de las ilusiones líricas, por una vuelta aplastante del partido del orden”, calificada por este como “una comedia bufa” que llevaría a la “latinoamericanización de la universidad francesa”, lo cual rescata Vargas Llosa en “La llamada de la tribu”, donde el Nobel concluye que la Revolución de Mayo “no mejoró un ápice la situación de la universidad en Francia , que sigue en nuestros días sumida en una crisis caótica e insoluble”.

Revisando los escritos de Álvaro Mendoza Ramírez, en el cual, tal vez sólo hay uno de corte autobiográfico y experiencial: “Una Primavera en París”, éste santandereano, que fue rector en la Universidad de La Sabana y quien vivió y participó en los hechos de 1968, nos presenta la verdad y una cara distinta de lo que fueron aquellos episodios, una propuesta pacífica, alegre y juvenil en las que fueron famosas las pancartas como aquellas con frases como “la imaginación al poder” y “prohibido prohibir”, que mostraron el ingenio intelectual de los estudiantes de pregrado de la Universidad de París, ubicada en la plaza de “La Sorbonne”, que luego fue presentada como “una epopeya transformadora de la política, del pensamiento y de la historia” y que según él, lo convirtió, junto a muchos en “héroes anónimos sin saberlo, sin quererlo y sin merecerlo”, aunque es claro que los estudiantes revolucionarios, pese a declararse marxistas, resultaban era antisoviéticos.

Por mi parte, nací el 12 de octubre de 1968, diez días después de la triste Noche de Tlatelolco, cuando en la plaza de las tres culturas de Ciudad de México, fueron asesinados los estudiantes universitarios por pronunciarse contra el régimen; el hecho fue cometido por el grupo paramilitar denominado Batallón Olimpia y el Ejército Mexicano, en contra de una manifestación convocada por el Consejo Nacional de Huelga, órgano directriz del movimiento, que involucraba estudiantes, profesores e intelectuales, últimos dos grupos que poco se han visto en las protestas chilenas y colombianas. Aún se desconoce la cifra exacta de los muertos y heridos.[] El gobierno mexicano de esa época, presidido por Gustavo Díaz Ordaz Bolaños, dijo que fueron sólo veinte los muertos, pero, en 1971, la princesa Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, Elena Poniatowska para los mortales, en su libro “La noche de Tlatelolco”, publicó la entrevista de una madre que buscó entre los cadáveres a su hijo y reveló que por lo menos había contado 65 cadáveres en un solo lugar; a esas víctimas se les llamó “los 68 del 68”.

Durante estas cinco décadas los estudiantes rebeldes, muchos de ellos pertenecientes a las élites (no sólo económicas, ya que en ese momento no todo el mundo tenía acceso a la educación superior), han sido los líderes de nuestros países y han dejado un triste legado, marcado además por el individualismo y el consumismo, que promovían con la frase hedonista: “Disfrutar sin obstáculos”, “Bajo los adoquines de la playa”, que han llevado al anarquismo de la corrupción en todas las latitudes. hernanolano@gmail.com