Debieron pasar 27 años y un covid para abrir los ojos y, con espanto, observar el desastre que conlleva el monstruo creado en el 93. En ese entonces, como ahora, el engaño y el lucro se impusieron sobre la razón. Se afinó así, el más productivo negocio de nuestra historia.
La débil, pero generosa seguridad social de entonces, no era productiva para los dueños del poder y la riqueza. Surgió así el más engañoso engendro que arrasó con un sistema de medicina familiar y preventiva, que prolongaba vidas y remuneraba con justicia al cuerpo médico. Esa que impedía facultades de “garaje”, y médicos taxistas y desempleados.
El pingüe negocio se montó y arrojó los frutos esperados: ricos inversionistas, población agonizante y médicos arruinados.
Cada campaña política usó como bandera la “modificación”, del sistema. La esperanza de la gente llevó a las urnas a los electores que anhelaban una reforma, una innovación. La corrupción, “madrina” del sistema, compró votos, engañó y malogró las ilusiones de una sociedad, de un país, de una patria.
La entronizada seguridad social no resiste una mínima emergencia; los dineros se esfuman, las EPS de garaje no pagan y arruinan hospitales y centros de salud. Las prepagadas mitigan las fallas del sistema público, a unos costos insostenibles. Y no hay dolientes.
El Covid-19, puso en jaque a Colombia y a sistema de salud. Hay un despiste total exacerbado por los interminables 60 minutos de todas las tardes que diezman las esperanzas. Los televidentes esperan el “pico” de Duque, los nuevos encierros y demás normas sin la firma de la Minciencias, porque buscan a Mabel Lara para que lo haga. El país está al vaivén de las encuestas que determinan cada protocolo.
Las camas, los respiradores, los médicos no alcanzan y surgen los profetas del desastre que satanizan la importación galenos para salvar vidas. Le engarzan política a la muerte. ¿Alcanzarían los días a un infortunado médico cubano, para responder por la vida de una víctima de Covid-19, que muera en sus manos?
Habitamos en un país que fabrica sin pudor víctimas, si se requieren para salvar a uno de sus “prohombres”. Un país que nunca alcanzará una justa seguridad social, porque son muchas las bolsas que deben llenarse para satisfacer la insaciable voracidad de unos pocos. Nuestra seguridad social reclama una reforma que la convierta en vida para todos.
BLANCO: Felicitaciones a Julio E. Sánchez por sus 90 productivos años. Engrandece la TV colombiana.
NEGRO: Continúan asesinatos de líderes sociales.