A los fieles de la Iglesia, y a todos los colombianos de buena voluntad, ha convocado el Episcopado de Colombia a participar con su voto en el plebiscito para el próximo 2 de octubre. Que se participe, eso sí, después de completa información sobre el contenido de los acuerdos a que ha llegado el Gobierno de nuestro País con uno de los grupos armados, que, inspirado en el marxismo, ha perpetrado por décadas grandes crímenes. Ellos, ante amplias concesiones, ofrecen cesar en la delincuencia.
Se ha pedido que luego de completa y objetiva información y discernimiento sobre el contenido de esos acuerdos, se vote con plena libertad, y “en conciencia”, sobre si de esa manera se va a llegar, a una paz verdadera y estable. No es un Sí o un No a la paz, sino a esos acuerdos. Esa es la posición oficial del Episcopado, expresada en amplio mensaje (08-07-16). Quedó así definido no tomar partido, la Iglesia, en uno u otro sentido, sino dejar que los participantes tomen serenamente, y en las condiciones indicadas, la decisión sobre su voto.
Que en forma personal, no como exigencia a sus fieles, un Prelado dé a conocer la conclusión a que ha llegado, no me ha parecido lo ideal. Pero, ante el hecho de que algunos lo han hecho, y ante la gravedad de las consecuencias de ser aprobados los acuerdos, he pensado que puedo y debo dar a conocer, públicamente, mi modesto, pero bien sopesado balance. Para formarme verídica idea del contenido del tan difuso texto de esos acuerdos, dediqué buen tiempo para ver lo positivo y negativo de ellos. He encontrado 20 puntos positivos, importantes, que, de lograrse, llevan a pensar en aprobarlos. Entre ellos: posible cese de crímenes y derramamiento de sangre, posible progreso estando sin el flagelo de ese grupo rebelde; la declaración de respeto a las autoridades y a la Constitución de parte de esos guerrilleros y respeto al derecho de la propiedad privada. Pero, también, he encontrado, 20 puntos negativos, por sus consecuencias al ser aprobados, que me hacen pensar en no dársela, pues veo que con estos se echa a pique lo señalado como positivo.
En cuanto a puntos negativos los más notables son: 1º) Ausencia, en los diálogos y en los acuerdos, de pedir perdón las Farc de sus palpables y atroces crímenes, que más bien ostentan como “servicios prestados” al bien nacional; 2º) Haberse aceptado la “conexidad” con “crímenes políticos” de grandes delitos, como el narcotráfico, con los que se exonera a culpables y los vuelve elegibles para corporaciones y cargos públicos; 3º) Elevar parte de acuerdos a categoría de “acuerdo especial”, con incorporación a la Constitución; 4º) Dejar puerta abierta a que los de las Farc, en situación privilegiada, sigan intensa campaña de su ideología marxista, lo mismo que la a nefasta “ideología del género”; 5º) Haber asegurado a las Farc 10 curules en el Parlamento, y gran facilidad para conseguir otras 16 en “territorios especiales”, algo que será como premio a sus años delictivos y mal ejemplo ante posibles acuerdos con otros grupos guerrilleros.
Ante esta síntesis, mi balance, en mi modesto criterio, sin estar alineado en ciega oposición al Gobierno, ni llevado por sentimiento distinto que el amor a mi Patria, con profundo respeto de quienes piensen distinto, con quienes espero conservar noble amistad, mi voto “en conciencia” será NO a esos acuerdos. Reconozco los esfuerzos del Gobierno para lograrlos, pero no estimo que lleven a la paz anhelada, sino, al contrario, a más crudas guerras en próximo futuro. No es Sí a la guerra, sino que en lo acordado no veo camino hacia una paz verdadera y estable.
Se presentan muchas ventajas como fruto de los acuerdos, pero los puntos negativos anotados pronostican graves consecuencias que cierran las puertas a la paz anhelada. Este Mi Balance, a mis 44 años de Episcopado, y, en consonancia, con varios Prelados.
*Obispo Emérito de Garzón
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