El año pasado escuchamos la propuesta del recién elegido Alcalde de Medellín para que el Ministerio de Ciencia y Tecnología se domiciliara en esta ciudad y la pasada semana oímos la invitación de un parlamentario de repartir los ministerios por todo el país, de acuerdo a la vocación de las regiones.
Los argumentos que expuso para sustentar su propuesta arrancan por la afirmación de que “hay que trasladar los ministerios a donde se necesitan”, y advierte que el Ministerio del Deporte puede estar en Cali. El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación tendría que ubicarse en Medellín. Y el Ministerio de Transporte debería estar cerca a uno de los puertos, es decir en Barranquilla, Cartagena o incluso Buenaventura.
Aunque la exótica propuesta no es nueva; los argumentos de ahora para sustentarla, sí son bastante peculiares. En primer lugar, hay que advertir que los ministerios no son “repúblicas independientes”, ni empresas autónomas o particulares. Los ministerios son parte del gobierno central y de acuerdo con la Constitución Nacional, conforman la organización de la administración pública central y forman Gobierno con el Presidente de la República. Ello indica la necesidad y conveniencia de que se encuentren cercanos a la capital de la República, sede del gobierno y en permanente disposición del Presidente de la Republica. No pareciera procedente ni lógico desparramar el Gobierno por todo el país, haciéndole perder coherencia y agilidad. Se supone según la propuesta que el Ministro despacharía desde la sede del Ministerio, por lo que tendría que estar desplazándose continuamente a la capital para los Consejos de Ministros, para las reuniones de trabajo con el Presidente. La incoherencia y la anarquía administrativa harían imposible el funcionamiento de la administración pública central.
Es verdad que en algunos países aparecen repartidos en dos o tres ciudades, como en Alemania; pero ello se debió a la división durante la vigencia del muro de Berlín y a que, antes su caída, eran dos países, con dos capitales: Bonn y Berlín. Fueron circunstancias especiales las llevaron a ese reparto ministerial. Lo mismo puede decirse de otros países donde las instituciones públicas se reparten en dos o tres ciudades, por circunstancias históricas o políticas.
Pero a la hora de ahora, con las comunicaciones y la tecnología existente en la era digital, se torna absurdo pretender regar la administración central por todo el país, con argumentos que no son válidos. No hay ninguna razón que justifique pasar el Ministerio de Agricultura a un departamento de vocación agrícola, pues en el país, en cierta medida, todos lo son. O los deportistas de la Guajira se van a ver obligados a viajar hasta Cali para gestionar sus asuntos. Los ministerios se necesitan en todas las partes del país; no en una más que en otra.
Nada de científico ni razonable hay en la propuesta, por el contrario es un retroceso en la era de la cuarta revolución industrial. Lo que si tiene es mucho de política. Hoy, en la era global, con la inteligencia artificial, las instituciones están en todas partes sin necesidad de trasladarlas.