En 1919 Pío Baroja escribió Momentum Catastrophicum, un duro alegato contra los nacionalismos, sus farsas y sus complejos, subtitulado "Discurso dirigido por el bachiller Juan de Itzea a los chapelaundis del Bidasoa en el solemne acto de inaugurar la Academia Científico, Literaria y Chapelaundiense de Cherri-buztango-erreca". Abría el evento Leconchandegui, presidente de la de la ACLChChe, que, ignorante del latín, se inventó ese latinajo, que para él significaba "el momento de la confusión, del caos y de la catástrofe". Si don Pío escribiera ahora, diría lo mismo de la crisis del PP, y aseguraría como el presidente de la Academia, que "en estos momentos graves que vivimos era necesario, era imprescindible que se constituyera en nuestro país, en el cantón del Bidasoa, un organismo intelectual capaz de comentarlos y de aquilatarlos". Algo habrá que hacer también en el Partido Popular (PP).
Hay en ese Momentum barojiano muchas frases geniales que podrían adaptarse a este tiempo de catástrofe del PP. "Desde un punto de vista social tiene a veces la mentira más valor que la verdad. Los mitos viven tanto y valen tanto en la práctica como las realidades". O "la tesis central de este sistema, el pragmatismo, se puede expresar según William James así: 'una aserción es verdadera porque es útil y es útil porque es verdadera". Dice Baroja que en los nacionalismos lo que más influye "es la vanidad, la antipatía y el interés".
Cien años después, fuera de los nacionalismos, en el PP, los influjos parecen los mismos. No puede haber nadie que pueda cometer más errores en menos tiempo y que los arregle peor, intentando que no pase nada cuando el destrozo causado en las filas propias y las ventajas concedidas a los contrarios son de la misma e inmensa intensidad.
Pablo Casado se ha cargado el impulso ascendente del Partido Popular, ha dañado su identidad y la confianza de los ciudadanos, ha puesto en peligro las autonomías y ayuntamientos en los que gobierna o puede hacerlo, ha dado alas a Vox y una tregua impagable al PSOE. Y, sobre todo, ha cerrado en falso la catástrofe, atado, como parece, a su secretario general y a un aparato ineficiente, torpe y sin ideas. Y todo por un personalismo ridículo. El principio de Pareto, o regla 80/20, señala que el 80 por ciento de nuestros resultados los obtenemos invirtiendo el 20 por ciento de nuestro tiempo o que el 20 por ciento de nuestros clientes generan el 80 por ciento de nuestros beneficios. Casado se ha cargado a Pareto porque los argumentos se han reducido a filias o fobias, y, sobre todo, porque da alas a los empleados que ni siquiera generan el 20 por ciento de los resultados del PP y dispara contra quienes generan el 80 por ciento. Ni programa ni proyecto ni identidad ni estrategia. Y el buque tocado, tal vez hundido.
No le va a ser fácil al Partido Popular limpiar la casa, lo que es imprescindible, y salir de este momentum catastrophicum. Si alguien tiene la autoridad moral para hacerlo, aunque no sea diputado, es Alberto Núñez Feijóo, acompañado de los mejores activos del PP, ahora casi todos apartados o en la sombra, y de profesionales independientes de prestigio. Con un programa y un proyecto para España, abierto y ambicioso. Si no actúan ya, Pedro Sánchez tendrá segura otra legislatura, Vox seguirá creciendo y la temperatura y la crispación seguirán aumentando. Como dijo Josep Levy, un veterano periodista, hablando de otro asunto, "hay que ser optimista, porque la alternativa es demasiado dolorosa".