A propósito de Carta del 91 (XXXIX)
En las elecciones del 09-12-90 para integrar la Constituyente se eligieron 70 delegados, siendo las representaciones más importantes la del Partido Liberal encabezada por Horacio Serpa con 24, de Alianza Democrática M-19 encabezada por Antonio Navarro Wolf con 19, del Movimiento de Salvación Nacional encabezado por Álvaro Gómez Hurtado con 11, del Partido Conservador encabezado por el expresidente Misael Pastrana con 4, de otras corrientes 12. Se acordó Presidencia compartida por los líderes de las tres representaciones más numerosas. El 5 de febrero de 1991 se iniciaron, oficialmente, las tareas de esa histórica Constituyente, que las concluía el 4 de julio del mismo año, dando al país, la “Constitución Política de Colombia 1991”.
No era fácil darle la debida dinámica a ese cuerpo normativo de tan heterogénea composición para conversar a fondo sobre tan múltiples ideas, plasmar artículos que debían expresarse en términos precisos y comprensibles. Fueron 5 meses de intensa labor, de tensiones y de acuerdos. Esta nueva Constitución debía responder al momento recurrente, así como la de Angostura (1819), la de Rionegro (1863) y la de Núñez (1886). Hecho diciente, por premura de tiempo, fue la firma, que, al fin de cuentas fue en blanco, por no tener en el preciso momento del tiempo límite todo debidamente escrito, por lo que se ha comentado que “El país estuvo dos días sin Constitución”, del 4 al 6 de julio.
Volviendo a las expectativas que creó la convocatoria de una Constituyente, es de comentar cómo fue el motivo de múltiples pronunciamientos con miras a que esas ideas llegaran a las mentes de los integrantes de esa magna Asamblea. Doce (12) artículos a la prensa escribí personalmente en esos días de agitación de ideas, con insistencia en temas que no debían ser dejados de largo o que exigían ser destacados en un país como el nuestro con una historia que hunde sus raíces en la herencia valiosa de los aborígenes, grabada en la memoria, en tradiciones y monumentos en piedra, así como del tiempo colonial y el de ya casi dos siglos de independencia con épocas contrastantes en lo cultural y religioso.
La Conferencia Episcopal de Colombia no estuvo de espaldas ante esa época de gestación de una nueva Constitución. Hubo invitación a participar en la elección de integrantes de esa Asamblea que llevaran ideales y valores que están en la mente y corazón de los colombianos, y, luego ya elegidos los constituyentes se procuró entregarles, en diversas formas, puntos básicos para un “ordenamiento social acorde con la dignidad humana”. (Dcto. de todo el Episcopado 02-91).
Ese sólido y oportuno pronunciamiento episcopal, después de presentar sus puntos básicos sobre los que llamaba la atención de los Constituyentes, concluía: “Nuestra Iglesia pone de presente esas cosas con espíritu evangelizador y patriótico, de verdadero servicio a la Nación, sin improvisación y sin reclamar privilegios, ofreciendo sus mejores ideales y su milenaria experiencia en pasos del hombre y de la sociedad”. Algo se escuchó esta voz, no obstante las corrientes que prevenidamente quisieran ostentar total independencia del pensar religioso de la inmensa mayoría del pueblo colombiano para el cual se dictaban normas constitucionales.
Hubo inquietud sobre si debía haber representantes oficiales de la Iglesia Católica, obispos o laicos, con propuestas concretas de lanzar una lista que integraran los monseñores Darío Castrillón, José Luis Serna y Libardo Ramírez, pero, siendo gran mayoría de católicos los integrantes de las listas inscritas para esa elección, hubo consenso en que se dialogara más bien con éstos para una responsable participación en esa grande tarea de darle una nueva Carta Magna a nuestra católica Colombia. (Continuará).
*Presidente del Tribunal Ecco. Nal.