¿Enaltece o embrutece?
La historia se repite. En 1972 llegaba como Obispo a dirigir la próspera región quindiana, época en la que estaba aún en auge el oropel marxista, y algunos cristianos liberacionistas portaban con mayor orgullo la hoz y el martillo que el propio Crucifijo. En ese ambiente, al entrar en diálogo con un grupo de profesores y querer explicarles cómo el Prefecto Apostólico de Amazonas utilizaba un helicóptero para poder agilizar su labor evangelizadora, uno de esos docentes me dijo: “¡Sí, para embrutecer más a esas humildes gentes!”. Sintiéndome personalmente sindicado de esa labor “embrutecedora” quise levantar la sesión, pero, en bloque, los demás educadores pidieron excusas y no respaldaron aquella espontánea expresión de su colega.
Pero, voces como la de aquel profesor, no continúan siendo solitarias sino que en distintos círculos, y en medios de comunicación, seguimos sintiendo opiniones favorables a que sería muy benéfico atajar la labor evangelizadora pues no enaltece sino que embrutece a las gentes. Les fastidia la revelación de Dios en el Sinaí, a Moisés, porque habla de “no matar”, cuando piensan que lo conveniente es estimular el “derecho” de la mujer a asesinar el fruto de sus entrañas, o cuando el legislador sinaita pone freno al adulterio y al desenfreno sexual, algo contrario a lo que con aplausos consideran enaltecedor, así como la infidelidad, el “libre desarrollo de la personalidad” entendida como libertad y “derecho” a dar rienda suelta a los instintos sexuales.
En esa línea de pensamiento, contraria a los dictados de una fe religiosa, se mira también como nocivo el mandato de Jesús de Nazareth de llevar a todo el mundo su mensaje (Mt. 28,19-20; Marc. 16,15-16), mensaje que no venía a acabar con la auténtica Ley Mosaica sino a perfeccionarla en defensa de la vida desde el vientre materno, de hogares conformados por hombre y mujer, de la vida como regalo de Dios su Autor y condena de la eutanasia.
Frente a ese duro y persistente rechazo a lo religioso, hasta señalarlo como “embrutecedor”, tenemos, en contraste, que, con decisión y sin complejos se presentan como algo que “enaltece” de verdad a la humanidad líneas revitalizadoras de la Evangelización. Una de ellas, que se está adelantando en Colombia en forma entusiasta, lleva el nombre sugestivo de SINE, o “Sistema Integral de Nueva Evangelización”, que acaba de realizar su 10º Congreso Nacional en Cali. Más de cuarenta jurisdicciones eclesiásticas tuvieron representación en ese certamen en el que se revisaron puntos doctrinales que han de ser vividos en ambiente de comunión.
Es satisfactorio comprobar que mientras hay quienes quisieran celebrar como realidad cuanto ilusoriamente dijera el viejo Zaratustra de Nietzsche, que “Dios ha muerto” y con Él sus exigentes mensajes, haya millares de personas en el mundo que dan testimonio con su voz y su actuar que “Dios está vivo” y que, como expresaba San Pablo, “En Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hecho. 17,28). Esa respuesta entusiasta en tantos lugares del planeta nos está diciendo que poner en alto esos ideales religiosos de ninguna manera embrutece sino que enaltece a los humanos.
Ese mensaje evangelizador ha sido fundamento de civilizaciones a través de la historia, y es cimiento de gran progreso, aun sin asumirlo conscientemente, como en países del norte de Europa. Por ello, con la debida preparación, presidido por el santo y sabio Pontífice Benedicto XVI tendremos en los próximos meses, y con destacados delegados de Colombia, el gran Sínodo mundial de la Iglesia Católica sobre el tema de la Nueva Evangelización, para difundir con nuevo lenguaje, nuevos métodos y nuevo vigor el mensaje del divino Galileo, para que siga enalteciendo a los humanos de todos los confines de la Tierra.
*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional