Monseñor Libardo Ramírez G. | El Nuevo Siglo
Domingo, 1 de Mayo de 2016

Misionando por Colombia

 

POR  bondad de Dios, desde mi infancia fui aleccionado sobre lo agradable a Dios orar y colaborar con la labor misionera de la Iglesia en el mundo. Comprendí que todo cristiano, desde su bautismo, tiene el deber de difundir la verdad del Evangelio, que fortalece y alegra su alma, que llevar el mensaje de Jesús a los hermanos es preciosa obra de misericordia hecha al mismo Cristo. De allí mi amor por las Obras Misionales, y dedicar con gozo de mi tiempo a ese bella labor.

 

Como sacerdote en mi Diócesis de origen, Garzón, y luego como Obispo allí mismo y en Armenia, todo mi tiempo fue sembrar y sembrar la semilla evangelizadora en niños, jóvenes y adultos, y en el corazón de Sacerdotes y Religiosos. “Sembrando sin cesar”, puede ser el resumen de mis actividades como cristiano y como Ministro del Señor. En mi labor de los últimos  13 años en el Tribunal Ecco. de Apelación para Colombia (2003 a 2016), esa ha sido, también, mi servicio eclesial, prestándolo con verdad, misericordia y justicia a tantas parejas que necesitan levantarse de un fracaso matrimonial, para organizarse, en paz y alegría, bajo la bendición de Dios.

 

Pero no ha sido solo desde la oficina del Tribunal, sino en muchas Parroquias y Diócesis en donde, por benévola acogida de Sacerdotes, Obispos y fieles laicos, he podido colaborar en especial en impulsar labores concretas de Nueva Evangelización, así como en celebraciones eucarísticas, en presidir ceremonias de tanto sentido doctrinal y espiritual como las de Semana Santa, incluyendo la ardua pero tan confortante labor de atender centenares de personas en el Sacramento de la Reconciliación. Todo esto como sendero verdadero de paz, con arrepentimiento de todo delito y pecado.

 

En este 2016 tuve la gracia de presidir las celebraciones de Semana Santa en la Diócesis de San José del Guaviare, con Consagración de Santo Crisma (18-03) en unión con el fervoroso Clero de esa Diócesis y fieles venidos de las 6 Parroquias que hay en la sede diocesana y de los otros  Municipios del Departamento. En las Parroquias de la capital, así como en dos lugares de la Trocha Ganadera, tuve bien participadas celebraciones. Con especial cariño recuerdo la acogida de un pequeño reguardo de Indios Nukak-Manku,  de los más auténticos de Colombia, con atención amable de todos, con colaboración de uno de ellos como  traductor, con acogida al mensaje de Dios y de Jesucristo que se les ofreció.         

 

 Al lado de esas alegrías y paisajes espirituales, que tanto agradan, hay en regiones  como el Guaviare ambiente de progreso, hoy en gran calma, habiendo desterrado de allí la ola de violencia de épocas anteriores. Se tiene floreciente y variado comercio, con elementos que vienen por Vaupés desde el no lejano Brasil, grandes hatos de ganado, maravillas naturales insospechadas como la Ciudad de Piedra”, digna de competir con famosas herencias arqueológicas. Principal río de la región el Guaviare, de amplio cauce navegable, que se conforma al unirse el Guayabero y el Ariari, que conecta inmenso  territorio, siendo S. José su puerto principal. Están allá, también, con especial belleza, el Parque de La Lindoza, La Piedra de Orión (lugar especial para logra ver esa constelación), la Laguna de Nare con la particularidad de cultivo de delfines rosados.

 

Especial  regalo de Dios, ante el principal propósito de evangelizar y cultivar el vivificante mensaje del divino Nazareno, ir misionando por Colombia”, es, también, disfrutar ir de turismo por nuestra bella Nación. Precioso disfrute a la acogida las divinas enseñanzas, aprecio, defensa y cultivo de la rica naturaleza que la Providencia nos ha dado, exaltante unidad de lo espiritual con el aprecio y defensa de la naturaleza, “casa común”,  que nos ha invitado a amar y defender el Francisco de nuestro días, fiel discípulo del Asís, con su “Cántico a la madre tierra”.

 

*Obispo Emérito de Garzón

Email: monlibardoramirez@hotmail.com