Monseñor Libardo Ramírez G. | El Nuevo Siglo
Domingo, 24 de Abril de 2016

 

Entre fortalecer y desquiciar la sociedad (II)

 

 

RESALTAMOS, en entrega anterior, el 08-04-16, como  fecha histórica”, por dos pronunciamientos, uno para el mundo entero,  que fortalece la sociedad al mantener en alto el matrimonio realizado siguiendo el orden natural, entre varón y mujer, del Papa Francisco, y otro con el que se desquicia la sociedad al poner en pie de igualdad al anterior la unión entre personas del mismo sexo, por decisión de la Corte Constitucional de Colombia.

Destacamos el primer documento, dado como “Exhortación Pontificia” por  el Papa Francisco, fruto de serena reflexión ante Dios y ante la humanidad, tomando pié en lo expresado en dos Asambleas de 400 dirigentes católicos de todo el mundo. El otro pronunciamiento fue dado por 9 personas, con el voto de solo 6 de ellas, que, siguiendo ciertas corrientes ante autodenominadas “de avanzada” quieren imponer, la llamada ideología del género”, que lleva a absurdas y desproporcionadas conclusiones, en arrogante actitud de enmendar la obra del Creador. Hemos recordado exposiciones grandemente autorizadas que, no desde el orden puramente religioso, sino natural, rechazan esa ideología, iluminados en la cual, y sin el asentimiento de inmensas mayorías de nuestro País,  quieren llevarlo al n.23, de los países  del mundo que aceptan inspiradas uniones  en ella, entre los más de 200 del mundo.

Felizmente nuestra Constitución del 91 tiene su muy ponderado Art. 42, en el que se señala como matrimonio solo al contraído entre varón y mujer,  que ahora la Corte Constitucional quiere conculcar para dar gusto a minorías, que tienen sus derechos pero no hasta que se les dé razón en asuntos inaceptables. Qué sabio y engrandecedor, lo recuerda el Papa Francisco, lo expresado por los más de 3.000 Obispos participantes en el Concilio Vaticano II, en la Constitución Alegría y Esperanza”. Allí se define el matrimonio como: “íntima comunidad conyugal de vida y amor que se constituye en bien para las mismos esposos, dentro de una sexualidad ordenada al amor conyugal del hombre y de la mujer” (n. 48). Dentro de esos parámetros dictados por la ley natural, y no por solo por principios religiosos, fue consagrado el “matrimonio” en nuestra Constitución.

Como argumento para determinar la “igualdad” entre el matrimonio acorde con el orden natural, entre hombre y mujer, con el convenio entre personas del mismo sexo, es el reclamo de “derechos igualitarios”. Pero no darle  a esas uniones el consagrado nombre propio de las instituciones en donde se acoge el orden natural, no es “desconocimiento de un derecho” sino la constatación de una realidad. El convivir de parejas del mismo sexo, nunca será verdadero matrimonio, como el estatuido por nuestra Constitución y lo ha descrito el Concilio Vaticano II, así obliguen a miles de Notarios a inscribirlo como tal.  Una cosa es un verdadero matrimonio, acorde con la naturaleza,  otra el convenio, posible para otros aspectos pero no para esa realidad matrimonial tan excelsa. Reconocer realidades no es crear desigualdad sino ubicar cada cosa en su lugar.

La  Iglesia y las mayorías colombianas se congratulan cuando aterrizados constituyentes, elegidos democráticamente, dan normas acordes con su pensamiento y el orden natural, con respeto a las tendencias sexuales y anhelos de convivencia entre personas del mismo sexo, con derechos civiles y económicos semejantes a los del verdadero matrimonio, pero encuentran como inaceptable determinar que uniones distintas a la de “hombre y mujer”, sean consagradas con esa denominación. Eso no es negar derechos sino pedir que se respete esa realidad. Es estar en la línea del Papa Francisco, quien pide nuestro testimonio en defensa del fortalecimiento de la sociedad con invitación a “armar líos” ante que silencios cómplices. Quiero una “Colombia diversa”, pero no desquiciada.

*Obispo Emérito de Garzón

Email: monlibardoramirez@hotmail.com