Monseñor Libardo Ramírez Gómez* | El Nuevo Siglo
Domingo, 31 de Mayo de 2015

UNA RUTA SEGURA

De la mano de Dios

No solo en los momentos desesperados, sino también en los prósperos y en las distintas circunstancias del vivir, es actitud sabia y humilde colocarnos “en las manos de Dios”. De consecuencias nefastas, quiérase o no, es el desprecio olímpico o directo a colocarse en las manos divinas, pues es ceder a la tentación de“ser como dioses” (Gen. 3,4), queriendo evadir el poder divino, edificando con desafío a la divinidad nuevas “Torres de Babel”, con significativa confusión como consecuencia de ello (Gen.11,1-9). Por más que se quiera alardear que desde la Constitución del 91 “somos en Colombia un país laico”, aquí y en el universo, acontece lo de San Pablo, cuando ante la voz del propio Jesús que le advertía “te es duro dar coces contra el aguijón” (Hech. 26,14), depone su soberbia e ira persecutoria y acepta transformarse en su servidor y testigo (Hech. 26,16).

La anterior reflexión, de acudir a Dios, de colocarnos en sus manos, ha sido motivada al escuchar el testimonio de un profesional que no ha abandonado su lejana y sufrida región de Planadas (Tol.), quien, con muchos coterráneos, ha perseverado allí, en esa cuna de tan nefasto azote del país como es la violencia armada, y ahora, “porque nos hemos puesto en las manos de Dios”, hemos salido adelante. Comenta que han creado empresa agrícola, en lugar de hierbas gérmenes de guerra. Cómo es de destacar un testimonio tal de quienes con esforzada y honrada laboriosidad, y no con asaltos y hechos de barbarie, sin despreciar la invocación a la asistencia divina, van llevando esa región, ahora, por confortante experiencia de prosperidad y renombre aun mundial, por la calidad del café, honesto cultivo, y no narcocultivos, negocio fructífero pero que propicia degeneración e incita al crimen y siembra de muertes.

Lastimosamente la humanidad se empeña en abrir paso a modalidades contrarias a los preceptos divinos, que sabiamente han sido asumidas de la ley natural. De allí el empeño en dar cabida y legalidad al aborto, a la eutanasia, a la convivencia con “celebración matrimonial” y rango de “familia” a parejas del mismo sexo, situaciones que ciertamente han sido repudiadas por Dios y castigadas por Él como el caso de Sodoma y Gomorra (Gen. 19, 1-29), y condenadas con calificativo de “pasiones infames”, con abandono de relaciones ajustadas a la ley natural, con proyección hacia la mentira y lejanía de Dios (Rom. 1, 24-27). Es firme y rotunda la condena divina, por medio de San Pablo, quien tras las corrupciones que existían en Corintio,  expresa que si no se enmiendan, los “adúlteros,  los afeminados y los homosexuales” “no heredarán el Reino de Dios” (1 Cor. 6, 9-10)

Claro y firme ha sido reciente pronunciamiento de la Conferencia Episcopal, en el que se reclama por las presiones por las que desde diversos estamentos del poder se impulsan campañas a favor del aborto y la eutanasia, hasta con medidas contrarias a las normas constitucionales que sustentan los derechos a la vida (Arts. 11 y 44),  y objeción de conciencia (Art. 18). Exigencias como éstas deben ser atendidas, pues son la voz de la conciencia nacional de un país que no se puede resignar a la conculcación de derechos básicos de la persona humana, con atropello desde las máximas autoridades.

Querer sacar adelante nuestra nación con diálogos de paz en los  que se acepten reclamos contrarios al bien fundamentado sentimiento nacional, con tal de llegar a acuerdos que intentan, de esa manera, llevar al justo anhelo de paz, es algo ilusorio. Solo con pasos firmes de verdad y de justicia, rechazo de todo crimen, con exigencia de voluntades comprometidas de asumir solamente actitudes de honestidad y prácticas de bien, solo así nos colocamos en ruta segura hacia la paz, solo así nos estaremos colocando: en “las manos de Dios”.

monlibardoramirez@hotmail.com

*Expresidente del Tribunal Ecco. Nal.