Monseñor Libardo Ramírez Gómez* | El Nuevo Siglo
Domingo, 23 de Agosto de 2015

DEFENSA DE LA TIERRA

Reflexión gozosa y dramática (VIII)

Llega  el Papa Francisco en su encíclica Laudato, Sien el Cap. IV, al  punto culminante de “Una ecología integral”.Es base para el propósito de todo el documento como es sembrar conciencia y poner en marcha la defensa y cultivo de cuanto vaya a favor de la “casa común: la Tierra. En tres apartes da la encíclica los siguientes calificativos a la ecología, con explicación de cada uno de ellos  (nn. 138 -146): “ambiental”, “cultural” “cotidiana”. A esas connotaciones agrega precisiones sobre “el principio de bien común” y sobre la necesaria “justicia entre las generaciones” (nn. 156 a 162).

Precisa, el Papa, aquellos términos dados a la ecología, al decir que ha de regular “las relaciones  entre los organismos vitales y el ambiente donde se desarrollan. Esas  relaciones reclaman gran cuidado “cultural”, pues ha de tener consideración al “patrimonio histórico, artístico y cultural”, como parte de las riquezas ecológicas. Esa situación lleva a ubicar, la ecología en la vida cotidiana, con el imperio de “la mejora integral de la calidad de la vida humana”. Este esfuerzo ha de tener en cuenta campañas para mejorar lo  habitacional de los humanos, con defensa y cuidado de la fauna y la flora, que son para bien de todos, y que se eviten tremendas desigualdades en lo habitacional en lo urbano y rural (n. 152).

Importante y necesaria la reflexión en la Encíclica al“Principio del BienComún”. Una verdadera ecología humana debe tenerlo fundamentalmente, en vista dentro del cual debe darse en la “justicia entre las generaciones”. Es que no puede hablarse de “desarrollo sostenible” sin una solidaridad intergeneracional. Es decidido llamado a tener siempre en perspectiva qué mundo queremos dejar a las nuevas generaciones, rompiendo todo individualismo (nn.156-162).

Luego de las tan aterrizadas enseñanzas, reflexiones y recomendaciones dadas en los anteriores capítulos,  pasa, el Papa Francisco en el Cap. V a dar “algunas líneas de orientación y de acción”. Comienza, de lleno, a tratar sobre el “Diálogo sobre medio ambiente en la política internacional”, pasando al “Diálogo hacia nueva políticas nacionales, luego a “Diálogo y transparencia en los procesos decisionales”, tratando, también de “Política y Economía en dialogo para la plenitud humana”. Precisa, finalmente, lo del aporte de “las religiones en el diálogo de las ciencias (nn. 163-2003). En cada uno de estos temas da el Papa, en 38 enriquecedores numerales, sabias recomendaciones para que vayamos “amando nuestro planeta como patria, y a la humanidad como pueblo que habita una casa de todos”.

A lo largo de todas esas recomendaciones hay insistente llamado a tener en la miraun avance en defensa de la Tierra en forma equilibrada, que tenga en cuenta los países más pobres y la erradicación de la miseria en todo el orbe (n. 172). Es indispensable no encerrarse en planes nacionales, sino con perspectiva y tratados internacionales con insistente exigencia de “transparencia en las decisiones”  que se tomen (nn. 188-188). Importante tener siempre en cuenta la “plenitud humana”, con su excelsa dignidad, y que la política, la técnica y la economía estén al servicio de ella y de cada uno de los humanos, sin sacrificarlos al servicio de ellas. (nn. 189…).

Más que necesario poner de presente algo que los verdaderos sabios han aceptado: que las ciencias empíricas nunca explicarán completamente la vida, ni darán plena respuesta a los anhelos humanos. De allí la necesidad de aceptar la luz que da la religión, y romper la prevención de que cuanto tenga una raíz religiosa debe ser  descartado (n. 199…). Se vuelve aquí al aprecio de la serenidad y la alegría al acercarse a la creación con el espíritu sencillo, humilde y sabio, evocado por el Papa al inicio de la Encíclica, al estilo de su patrono de Pontificado Francisco de Asís. (Continuará y culminará en próxima reflexión).

monlilbardoramirez@hotmail.com

*Expresidente del Tribunal Ecco. Nal.