MONSEÑOR LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ | El Nuevo Siglo
Domingo, 23 de Diciembre de 2012

Ante Infancia de Jesús (III)

 

Para tener dimensión completa de cuanto venia sosteniendo el P. Alfonso Llano en sus escritos, de lo que pidió perdón (El Tiempo 09-12-12) y por lo cual el Superior General de la Compañía le impuso silencio, es importante recordar algunos puntos más.

En su artículo, distanciándose de lo expuesto por el Papa Benedicto sobre la concepción virginal de Jesús, afirma p.e. que los llamados “hermanos” del Salvador eran hijos de María y José, y que la misma encarnación se efectuó por un acto santo de amor entre ellos. Tras un supuesto “biblista católico” no refutado por el Papa, invitaba a dejar de lado todo lo dicho con tanta claridad por la Sagrada Escritura (Mt. 1,18-25; Lc. 1,26-35) y expuesto a través de los siglos por Sínodos y Concilios con sólidos comentarios de Doctores de la Iglesia de Cristo.

Había en lo anterior invitación a dejar de lado lo enseñado por tantos Sínodos, a partir del de Roma (año 390), y por Concilios como los de Nicea (325), Efeso (431), Calcedonia (451) y Tercero de Constantinopla (680),  hasta el Vaticano II con el Cap. VII de la Constitución Lumen Gentium. Era invitar a dejar de lado buena  parte de esa doctrina, con disgusto porque Benedicto XVI en su libro La Infanciade Jesúsinsistiera en ella, dando por sentado que era ya “algo superado” en los estudios teológicos.

Gran expectativa mundial había sobre el lanzamiento  de ese nuevo libro del Papa Benedicto, y anhelo de seguir con respeto sus sapientes comentarios, pero vino a acrecentarse debido a comentarios como los del P. Llano que nos han hecho profundizar en lo expuesto por el Papa, tan hermoso y tan bien fundamentado. Nos ha hecho, también, mirar con pena la actitud de quienes como el mencionado jesuita han sufrido porque el Papa no estaba de acuerdo con sus tesis. Pero cabe recordar lo escrito por San Pablo que “conviene que haya disensiones (en latín “hereses”) “para que se ponga de manifiesto quienes son los auténticos entre vosotros” (I Cor. 11,19).

Era preciso mostrar, con sincero pesar, la errada actitud de personas que han tratado de desconocer títulos gloriosos de María Santísima como su virginidad “antes de parto, en el parto y después del parto”, como la ha proclamado en tantos momentos la Iglesia, y hayan saltado a contradecir al docto, sereno y piadoso Pontífice. Es algo que crea confusión en las almas sencillas que esperan unidad y prudencia en los que han jurado fidelidad al Papa y a la Iglesia. Bien están más bien procederes reverentes como los de un S, Ignacio de Loyola, quien fue a los pies de Ntra. Señora deMonserrat como quiso prepararse un año para su ordenación sacerdotal (Autobiografía n.96).

Volviendo al tema central de la concepción virginal de Jesús es bueno decir que si hubiera sido engendrado por un santificado acto de amor humano entre José y María, o que de ellos hubiese habido otros hijos, como sustentaba el Padre Llano antes de su rectificación, no nos hubiera escandalizado, pero si las Escrituras y la doctrina de la Iglesia nos hablan del privilegio singular de la virginidad de María ¿por qué empeñarse en negarla? Si Dios quiso dar ese signo de la iniciación de una nueva y trascendental época con la Encarnación del Hijo de Dios, como lo comenta el Papa, ¿por qué no seguir celebrando con regocijo este hecho portentoso y honroso para María?

Como conclusión de todo seguiremos recitando el Credo, y, allí, diremos que Jesús “nació de Santa Maria Virgen”. Por lo demás, en cuanto a la virginidad de María Santísima, al lado de todos los firmes argumentos, se podría decir con Duns Scotto cuanto dijo de la Inmaculada Concepción “Dios podía darle este privilegio, luego lo hizo”. Con el gozo de que nuestra Madre Santísima sea Virgen se acrecienta nuestro sentimiento de una Feliz Navidad, unidos a la “llena de gracia”. (Lic. 1,28).

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional