La nueva dosis de polarización que se administró a Colombia esta semana, puede llevarnos a límites insospechados de violencia y escapismo a la justicia.
Como le dijeron a Trump, considerado el hombre más poderoso del mundo: nadie puede estar por encima de la justicia. Nosotros debemos reiterar ese mismo principio a nuestros dirigentes, así ellos se consideren por encima de lo divino y lo humano. Son ya muchos los años de abuso que no se pueden tolerar. Nos han contaminado con ese odio que estilan para destruir las mentes y las costumbres sanas de un pueblo que tras décadas viene luchando por una paz estable y duradera. Que no descansa en su afán para poner freno a los desplazamientos y usurpación de terruños, a las masacres, a los asesinatos de líderes sociales y a todas esas plagas que nos invaden.
Nuestra justicia merece una oportunidad. A diario trabaja y lucha por impedir que las calumnias la debiliten, extenúen y matoneen. Los hombres de bien, los líderes, los dirigentes y especialmente este sufrido y mancillado pueblo, deberían formar un frente común para salvarla y dejarla actuar, para impedir, que: nadie esté por encima de ella. Los líderes y paladines, deben orientar a sus seguidores y conducirlos con persistencia por los senderos de la honorabilidad, decencia, tesón y perseverancia. Deben asumir sus culpas y errores, ir a los estrados y esperar que sea la justicia la que actúe. Abstenerse de impedir y censurar cualquier manifestación de sus seguidores para torcer los juicios.
Por ello, el martes 8 aumentó la polarización y hasta el propio gobierno, olvidando la división de poderes, ejerció presiones para impedir que el investigado se defendiera abiertamente utilizando las garantías que lo ampararon y rodearon. Se quiso romper la institucionalidad de un país que quiere salir adelante.
La ley es la ley, sin calificativo alguno y como tal, debe guardarse para que todos podamos ser iguales y para que todos asumamos las responsabilidades que nos exigen la Constitución, las normas y la decencia. Un pueblo que reclame equidad, no puede salir a las calles a condenar o absolver. Para ello existe una autoridad superior consagrada por en la Carta Magna. Lo demás, es cohonestar con el delito, la transgresión y la fechoría. El criminal, debe ser tratado como tal y el inocente ensalzado y aplaudido.
Así se puede edificar una sociedad virtuosa, ejemplar y equitativa que convierta a sus líderes en verdaderos conductores ejemplares que nos lleven por los caminos de la felicidad, la ética, la rectitud y la justicia.
BLANCO: El periodismo, la ética y la patria que perseguimos, ha sufrido un duro golpe, con la desaparición del gran maestro y mejor amigo, Javier Darío Restrepo. Paz en su sepultura.
NEGRO: La increíble filtración de un juicio. Ahora el propio sindicado da ruedas de prensa para violar la confidencialidad.