Como van las cosas y con las "garantías" que brinda el tan cacareado Estatuto de la Oposición, podremos estar seguros que el gran beneficiario, en estos nuevos escenarios, será el político más destacado de "la nueva izquierda", Gustavo Petro Urrego. Un adelanto de lo que vendrá lo veremos el próximo 7 de agosto: mientras el nuevo presidente Iván Duque se juramente en el Capitolio Nacional, en la Plaza de Bolívar treinta mil furibundos petristas tratarán de aguarle la fiesta.
El señor Petro ha prometido que este tipo de espectáculos se repetirá, hasta volverlo un lugar común, a lo largo de todo el nuevo mandato. Ejercerá "el sagrado derecho a disentir" tomándose las calles de las grandes ciudades colombianas. Él ha dejado claro que no usará su curul parlamentaria sino "la calle" para protestar.
Conociendo al personaje éste trabajará 7/24 en su empeño para seguir recogiendo votos de los inconformes y los contestatarios. Hace cuentas y sabe que dos millones de votos que le hicieron falta no será un obstáculo insalvable para sus pretensiones. Petro es un "animal político" que ladra dormido. El que no se podrá dormir es el nuevo mandatario.
A Petro algunos izquierdistas han tratado de descalificarlo como vocero de sus intereses, pero lo cierto es que todo sabemos que en ese costado no hay nadie que le haga sombra y mucho menos que le quite protagonismo. Dicen que la izquierda es suicida, pero bruta no es y está entendiendo que en esos lares no hay nadie que lo desautorice.
Por todo ello sus posibilidades de alzarse con el poder son reales y tangibles, como lo fueron y pudo concretarlas el nuevo presidente de México, López Obrador. Tan controvertido como el colombiano, persistió y al fin llegó. Por todo esto es que alguien tendrá que darse cuenta de lo que puede estar reservándonos el porvenir. Sin embargo hay una atonía y una indiferencia políticas que espantan.
Para este asunto, la famosa "Unidad Nacional" no se da por notificada. Ninguno de los partidos y los movimientos que la conforman se da por aludido y ninguno de sus dirigentes tiene otra preocupación diferente a cuidar sus intereses y sus feudos en la repartija burocrática que se avecina. Duque por su parte no tiene ni tiempo ni ganas de hacerlo porque está dedicado a cuidar los huevitos de Uribe.
Ninguno de los expresidentes tiene arrestos para la tarea, comenzando por Uribe quién estará dedicado a dictarle línea a su pupilo. Ni Gaviria ni Pastrana tienen partidos sólidos y serios que los respalden y están más preocupados por sus dinastías. Samper no cuenta para nada, sino para echar chistes flojos.
No estamos haciendo terrorismo dialéctico sino un juicioso análisis de una situación que amenaza con volverse inmanejable. Y solo hay una cosa muy clara; Gustavo Petro quiere ser presidente de Colombia y lo quiere ser dentro de cuatro años. Como quien dice, a la vuelta de la esquina.