Colombia se ha convertido en el escondite de felonías, trastadas y delitos, desde cuando el narcotráfico tomó las riendas de la sociedad del todo vale, del enriquecimiento ilícito, la politiquería, la corrupción y la desigualdad.
Bandas de delincuentes, auspiciadas por el Estado y la oposición de entonces operaban desde mediados del siglo pasado, con “chulavitas”, pájaros y llaneros. Personajes de la época trataron de alcanzar una paz “estable y duradera”, que se lograba a medias y sucumbía por violencia política.
Llegó la época de la marihuana, o “marimba” como le decían, manejada por influyentes familias y grupos que se enriquecían y manejaban los hilos del poder. Así apareció la coca, con narcos de la costa, el Valle y Antioquia. Pablo Escobar y demás traficantes empezaron a manejar el negocio y a sembrar el terror en todo el país.
Desde entonces Colombia no ha tenido respiro alguno, porque se mezclaron todas las fechorías, a través de los insaciables del poder y la riqueza. Nos convertimos en el emporio del cultivo, florecimiento, producción, manejo, distribución, tráfico y conexiones internacionales que permitían mimetizar las ingentes cantidades de dinero que, hasta hoy, inundan el mundo entero. Las mafias penetraron nuestra sociedad y se convirtieron en los personajes a los que abrían sus puertas los más exclusivos clubes sociales, encumbradas oficinas de las ramas del poder y los recintos del legislativo.
Desde entonces flotillas de aviones, embarcaciones y enjambres de “mulas”, han inundado el mundo con coca.
Desde entonces las verdes hojitas que ubérrimamente cubren nuestros campos, sustentan y manejan nuestra economía, corrompen y destruyen una sociedad que aún no advierte que caminamos hacia el fin.
El narco maneja todo y mantiene a Colombia en vilo: es el motor de la minería ilegal, que maneja a su antojo poblaciones enteras, mientras destruye la naturaleza y contamina las aguas con mercurio. Financia los paros “cívicos”, la tala de árboles para interrumpir vías, mientras recluta niños y jóvenes para las guerrillas y asaltos de entidades oficiales; organizan bandas de extorsionistas y secuestradores. Costean vaqueros que incendian bosques y selvas que convierten en ganaderías intensivas.
Con esos grupos mafio-guerrilleros, que mantienen a millones de compatriotas amedrentados y sometidos, que van a la cama sin ingerir alimento alguno y que solo conocen la desigualdad y la pobreza extrema, se está buscando la paz total.
Con esos que manejan el microtráfico para elevar el consumo de estupefacientes en el país. Con esos que cierran comercios a su antojo y ordenan secuestrar policías, empleados y campesinos, práctica que ahora denominan “cerco humanitario”.
Esta martirizada patria, no alcanzará su redimirse y liberarse, mientras siga acosada por la corrupción y la felonía de la tal “narcoacción humanitaria”.
BLANCO: Por segunda vez, Miguel Gómez es designado decano de Economía de la Universidad del Rosario, segunda más importante de Latinoamérica. Gran acierto, porque su propósito es popularizar la economía y presentar varios proyectos de ley sobre temas fundamentales que Colombia necesita.
NEGRO: El atentado al Director de la Unidad Nacional de Protección.