Cuando en Semana Santa caminé por el Centro, cumpliendo el ritual de mis visitas a la Ciudad Heroica, pude observar que la autoridad y el orden habían regresado a gobernar. Se podían apreciar con tranquilidad las maravillas de sus monumentos, de sus casas y de sus palacios. En diciembre pasado, cuando en familia intentamos tres veces salir de Bocagrande hacia la cortina de murallas, el waze nos advirtió que no llegaríamos antes de 80 minutos. En esta ocasión, los trancones de la avenida primera y de la San Martin disminuyeron sustancialmente y no se oían los “pitos” afanosos de los angustiados conductores.
Al terminar el recorrido me fui al siempre señorial barrio de Manga donde en un recodo plácido funcionan las oficinas de la Sociedad Portuaria Regional de Cartagena. Desde la recepción empieza a notarse la atención y el compromiso de sus funcionarios. Al final del tinto de bienvenida les dije al capitán Alfonso Salas, a sus ejecutivos y secretarias que nos atendían: aquí se ve la Cartagena que debiera ser, el país colombiano que debiera ser.
De un estudio muy completo de ANIF, “Impacto de los Puertos en el desarrollo del Comercio Exterior y la Economía Nacional”, he obtenido los principales datos a que me referiré enseguida.
El fracaso de Colpuertos, heredera de “toda la carga laboral y pensional de 50 años,” era inevitable. La empresa fue manejada con predominio del clientelismo a tal punto que en 1982 “los empleados superaron un 2.5 veces las necesidades de fuerza laboral-12.406 vs 4.900”. El cambio de modelo era obligatorio en un mundo que se globalizaba a un ritmo imparable. La ley 1 de 1991 reformó el sistema Portuario Nacional y dio paso a las Sociedades Portuarias, que gozan de autonomía administrativa y patrimonio propio. El gobierno Gaviria le prestó atención prioritaria al tema y viró oportunamente hacia un sistema “eficiente, competitivo y autosuficiente”.
Cartagena pasó de manejar una carga de 908 toneladas a más de 10 mil toneladas en 30 años. Aunque se distancian de Cartagena, el crecimiento en Buenaventura y Santa Marta ha sido notorio.
“De esta manera la Heroica pasó de ser la tercera ciudad a ser la de mayor importancia en el sistema portuario colombiano.” Por ejemplo, el número de buques arribados a Cartagena, 3.912 en 2021, triplicó los llegados a los otros dos puertos. Basados en su investigación los estudiosos de Anif afirman que “la historia de la reforma portuaria es una de éxito rotundo”.
Es más, el cambio fue más pronunciado en Contecar, la terminal marítima de la zona industrial de Mamonal, que posee 56 grúas y 143 tractocamiones. Sus hectáreas de patio son casi 6 veces las de antes. Todo lo cual ha incrementado la capacidad de carga de Cartagena, que ha pasado de 1 millón de TEU, unidad de medida de la capacidad de carga de la actividad portuaria, a 5.3 millones de TEU en 2022, por lo que este puerto es el que más crece en movilización de TEU en América Latina. Todas esas cifras, y muchas más, están en el límite de lo sorprendente, acostumbrados como estábamos a gestiones y resultados mediocres.
Como el actor más importante en esta lucha de años por modernizar el puerto está Alfonso Salas Trujillo, capitán retirado de la Armada, quien ha demostrado una capacidad gerencial extraordinaria, organizada, incesante y conformadora de equipos exitosos. Tiene la pasión discreta de los opitas, cuyo dejo aún se le oye en las conversaciones en las cuales sorprende por sus conocimientos del sistema portuario del mundo, por su apuesta al futuro de Cartagena y de Colombia, aunque no puede ocultar las preocupaciones por la debilidad de nuestras exportaciones y por la inseguridad que se vive en las regiones, cuya situación conoce con detalles,
Eso sí, orgulloso de su tarea y de sus colaboradores que tanto ejemplo de responsabilidad y destreza han demostrado. Con discreción suelta una perla final: se sabe que somos el primer puerto del gran Caribe, que somos el quinto puerto más eficiente del mundo (BM). Pero también somos hoy el puerto más seguro del mundo, según lo han trasmitido altos jerarcas de la DEA, quienes anualmente visitan la ciudad.
Salí más optimista que nunca en el porvenir de Cartagena. Y me fui a conversar de lo mismo con Alfonso Múnera, Bautista Hoyos y Lety Moreno, elegante, inteligente y atenta, dueña del Café – Restaurante que nos acoge, el que bautizó con un sonoro nombre azul: Santa María del Mar.