Desde hace mucho tiempo en Colombia ha hecho carrera que los políticos tomen como escampadero a los medios de comunicación. Hoy varios de los que se han lanzado al ruedo como candidatos presidenciales, aplicaron esa estrategia que parece rentable para ellos pero nefasta para la credibilidad del periodismo. No quiero hablar sobre la calidad de los candidatos, pues muchos de los que mencionaré en esta columna son buenas opciones para liderar al país. A lo que voy a hacer referencia es a una mala práctica que daña la democracia y afecta uno de los pilares fundamentales de este sistema político: una prensa independiente.
El caso más reciente es el de Juan Carlos Echeverry, una persona preparada que estuvo en Caracol Radio hablando durante años de temas económicos, pero quién desde hace meses utilizó esa plataforma para estructurar su campaña y hacerse un nombre. En esa misma cadena radial sucedió algo similar con Sergio Fajardo, quién hizo parte del programa de la mañana “explorando” el periodismo. Así también la exfiscal Vivían Morales, recientemente embajadora en Francia o Federico Gutiérrez, exalcalde de Medellín, cuando hizo parte de la revista Semana. En alguna oportunidad Rodrigo Lara estuvo en la W radio haciendo una pausa en la política para tener visibilidad en los medios, antes de ocupar la curul de Germán Vargas en el Senado. Ariel Ávila está en Canal Capital esperando a decidirse por qué partido se lanza al Senado, pero es conocido que viene trabajando en su futuro político. Recientemente Cristina Plazas, en la FM y por Blu radio, emisora para la que orgullosamente trabajó, también han pasado unos cuantos. Ejemplos son los que sobran, tal vez alguno me falta, pero estos son los que se me vienen primero a la cabeza.
En la primera columna que escribí para este diario, hace ya casi un año, hacía referencia a lo peligroso que era que políticos jugaran a ser periodistas. En parte nosotros, en los medios de comunicación, hemos tenido responsabilidad. Claro que un político habla bien, es parte de las características y ADN que debe tener quien ejerza esa profesión. Pero los medios no están para que trabajen un “ratico” mientras encuentran donde ubicarse en el sector público explotando sus capacidades y aprovechándose de la visibilidad que logran. El periodismo debe cuestionar y no ser una herramienta de propaganda para intereses personales.
Nos preocupamos porque la ciudadanía no nos cree ni nos ve imparciales y piensa que obedecemos a intereses políticos particulares. ¿Cómo no va a ser así, si hemos abierto nuestros espacios para que políticos hagan una pausa en sus carreras, cojan oxigeno y después vuelvan al ruedo? ¿Qué tan imparcial puede ser un individuo en los medios de comunicación cuyo objetivo es llegar al poder por la vía política y no hacer un trabajo periodístico? Deberíamos volver a entender que tiene que haber una línea roja que no se debería cruzar: el que se fue para la política se fue y no debería volver. Y los políticos deberían quedarse de políticos. Tener una puerta giratoria entre política y periodismo es muy peligroso y viene generando una grieta enrome en la credibilidad de los medios, que cuando son independientes son una de las patas esenciales de la democracia.