Gilberto Alzate Ronga insistía en que la producción de ideas debía ser cuidadosa consigo misma, como decía su padre. Pareciera esta ser un martillazo a las formas y términos del lenguaje que ahora se pretenden instaurar en el debate político, especialmente a través de las redes sociales, empezando por los trinos del presidente de la República, sus funcionarios y seguidores, como opción preferida de transmitir sus posiciones.
Con esta referencia, apuntaba Gilberto Alzate, en su prólogo del libro El Buen Conservador (2023) que: “las ideas deben responder a criterios ciertos, a precisiones en el léxico”. La obra recoge las charlas que Gilberto organizó para las nuevas generaciones conservadoras en el año 2021 a más de trescientos candidatos a las elecciones populares de los consejos regionales de juventud. Conferencias impartidas por Mario Jaramillo. Ambos decidieron además recopilar, con el apoyo de la Corporación Pensamiento Siglo XXI, textos claves sobre el conservatismo, de pensadores nacionales y extranjeros, desde los comienzos de la doctrina conservadora hasta el momento actual.
Sus reflexiones llaman en particular la atención por la gran brecha que se ve en la altura del debate político entre la izquierda y la derecha de los 50´s en comparación con la actual. Donde la gran lucidez, más que los argumentos, no está propiamente en la medida del léxico ni en la verdad. Fue tan diferente entonces que Gilberto Molina, el dirigente de la izquierda, desde la otra orilla de Alzate Avendaño, el haz godo, no tuvo problema alguno en aludir sobre “las frases rutilantes y esbeltas” del contenido y las sentencias de su contradictor.
Gilberto Alzate Ronga, entonces da una lección, en este prólogo, de la ausencia, a propósito, de un sentido de “concordia política” y de cómo su padre, como si viviera hoy, consideraba un deber de las clases dirigentes la renuncia a explotar la política del odio.
Calcado para la coyuntura actual recordó de Alzate Avendaño un razonamiento más que apropiado para el momento: “el país no se puede seguir desangrando, sacrificando más víctimas a unos carnívoros ídolos del foro y empleando el absurdo vocabulario de la tribu”. En efecto, ante la reflexión de la importancia de definir las palabras maestras de toda época, para el entendimiento y la discusión, resulta casi imposible de determinarlas a la fecha porque el rasero estaría por lo bajo.
La contundencia política no es enemiga del decoro. David Hernández Castro (2019, National Distance University) cuando habla del concepto del decoro en la ética de Aristóteles es bien claro en afirmar que este está entre la grosería y la arrogancia, como defecto y entre el servilismo o la obsequiosidad como exceso. El léxico destructivo, es el primer paso para derruir lo construido en poco tiempo, como asegura Gilberto, autor de este prólogo, que es un texto digno de continua relectura.
En el debate político se puede ser un caballero o dama con oratoria contundente que honra a la verdad. Así recordaremos siempre a Gilberto Alzate Ronga. Con sus principios repitió sin cesar cómo el conservatismo sabía, más que ninguno, que destruir (o propiciar el cambio) es lo más fácil. Por esto dejó para pensar ¿Por qué destruir?, con una respuesta muy clara del filósofo Roger Scruton: “destruye inconscientemente y verás desaparecer la garantía que una generación proporciona a la siguiente”.