Si por gobernar entendemos el arte de administrar el poder y decidir, desde tiempos inmemoriales tratar de gobernar a nuestro país no ha sido una tarea fácil. Nuestra accidentada geografía, partida por tres grandes cordilleras, la falta de oportunas comunicaciones, los celos y recelos regionales, la idiosincrasia de nuestro pueblos y el excesivo centralismo de las políticas y decisiones públicas, han contribuido y lo siguen haciendo para que nuestros gobernantes no logren cumplir sus promesas y aspiraciones.
Los colombianos en general hemos hecho muy poco esfuerzo para que gocemos de una gobernabilidad eficiente. Un egoísta federalismo impera en la mayoría de nuestras relaciones internas. Cada región solo vela por sus intereses y defiende con ardentía sus empeños. Y un Plan Nacional de Desarrollo hace pocos esfuerzos para unir criterios y propósitos. Infortunadamente la estrategia más reiterativa de nuestra dirigencia, a todos los niveles y en todos los sectores, es la de dividir para reinar.
Esta fragmentación política, económica y cultural a los únicos que favorece es a los enemigos de la paz y del orden público. Los acuerdos de La Habana y la reintegración de muchos de los exguerrilleros, se han visto bajo amenaza por este fenómeno. Esta dolorosa realidad está siendo aprovechada por quienes buscan impedir que nuestros ciudadanos puedan vivir tranquilamente.
Por este motivo y por muchos más es imperativo establecer toda una pedagogía de la paz. Está labor se debe llevar a cabo desde nuestras escuelas y desde la más tierna infancia. Es una tarea de todas las horas y de todas las voluntades. Todos debemos permanecer alerta y vigilantes que ese tesoro no nos sea arrebatado por quienes solo quieren ensangrentar nuestra tierra y negarnos un mejor futuro.
Con esta obligación bien presente debemos contribuir con todos nuestros esfuerzos a que los planes y programas del presidente Iván Duque tengan viabilidad y contundencia. Debemos estar convencidos que son muchos los que se lucran del caos y que también son muchos, entre ellos los seguidores del uribismo, los que le están poniendo palos a las ruedas de esa tan necesaria gobernabilidad.
La cruda realidad política colombiana es que el mandatario no cuenta con el Congreso. Sus mayorías son más aparentes que reales, por la sencilla razón que ellas no le obedecen a él sino al expresidente Uribe, quien maneja su propia agenda. Los partidos políticos como el conservatismo, el liberalismo y Cambio Radical, saben que tienen que contar con Uribe si quieren contar con Duque. Es la cuadratura del círculo.
En el horizonte de las soluciones la búsqueda de esa tan necesaria unidad pasa por las aplicaciones de las nuevas tecnologías, como eje transversal de nuestra vida nacional.
Es preciso masificar el uso de la Internet y lograr una cada vez mayor conectividad territorial entre nuestros casi mil doscientos municipios. Eso está tratando de lograrlo "Vive Digital" desde hace una década y se han logra o grandes avances, pero aún falta mucho. Esas TIC como se les conoce en el mundo binario, han venido institucionalizando el llamado gobierno en línea·", que viene rescatando a la Colombia profunda y periférica.