Triste y gris fue la Cancillería de Luis Gilberto Murillo. Si bien su llegada generó buenas expectativas, por su experiencia, por la cercanía al liderazgo americano y en parte por haber incorporado el tema ambiental a la gestión de relaciones exteriores, fueron más las sombras que las luces.
El manejo de la crisis de pasaportes demostró ineficiencia, la designación de embajadores como el que se pretendía nombrar en Tailandia generó merecidos reclamos y definitivamente al manejo del caso venezolano se convirtió en un lunar imborrable. En este último caso brillo la incoherencia, la tibieza y la falta de carácter para enviar los mensajes correctos en defensa de los derechos humanos, de la democracia y de la tradicional dignidad de Colombia en sus históricas posiciones en la arena internacional.
Por eso mucho tendrá que esforzarse la nueva Canciller por corregir el rumbo, con el agravante que tiene ahora el nuevo desafío de mantener buenas relaciones con nuestro primer socio comercial y de inversión, en un escenario más adverso con cambio en la tendencia política. De hecho, el primer mensaje de Trump fue congelar por 90 días los recursos del programa de asistencia y cooperación de USA a Colombia, asunto que, si bien podría interpretarse como un estudio normal de evaluación del uso de recursos, puede entenderse también como la primera “mostrada de dientes” en esta relación.
En nada ayudan entre otras las expresiones del Presidente colombiano cuando condena posiciones en el tema migratorio del nuevo gobierno americano, o cuando cuestiona a Trump por la explotación de petróleo (que viene resumida en su expresión del discurso inaugural cuando anuncia “drill baby drill”), o el descontento por no ser invitado a la posesión y la citación a otros cancilleres para tomar una posición en bloque. Asunto este último que pudo interpretarse como un desafío diplomático.
Los retos con USA incluyen además posibles decisiones en materia arancelaria pero especialmente la reacción del gobierno Trump a las debilidades locales evidentes en la lucha contra la producción de coca y el manejo de la migración en el tapón del Darién.
Haría bien a la nueva gestión de la Canciller recordar que la diplomacia no es solo el arte de resolver problemas, sino de anticiparlos, y que una falla en esto último puede ser fatal. Con un agravante, no sólo tiene sobre sus hombros la relación con USA, tiene también que manejar la que será cada vez más compleja relación con la tiranía en Venezuela y el liderazgo de Colombia en temas globales.
Así las cosas, llega una nueva canciller que tiene una tarea monumental en donde puede aprovechar su experiencia política y cercanía al presidente, pero donde va a tener que despejar dudas de capacidad de gestión por la falta de experiencia diplomática, los conflictos que hereda y el día a día de un gobernante que desde el tweet poco favor le puede hacer en cualquier momento.
Bien valdrá recordar, tanto al Presidente como a la Canciller, las palabras de Winston Churchill cuando decía que “la diplomacia no consiste en decir todo lo que piensas, sino en pensar todo lo que dices”.
¡Amanecerá y veremos!
*Rector Universidad EIA
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