Así sea con vistazos muy breves, desde febrero de este año venimos acercándonos a Cimeras reflexiones, cuya máxima altura estuvo en abril, al reflexionar en la sublime realidad de Dios. A ella, así como al Corazón de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, dediqué dos columnas, al igual que a la grandeza del ser humano “imagen y semejanza del Creador”. Pero sigamos, todavía en acercamiento a este ser de máxima grandeza de la creación visible.
Ese ser humano tiene dones preciosos entre ellos, como primero, la vida. A poner en su debida altura este don dedicó el gran Pontífice S. Juan Pablo II, su magistral encíclica “Evangelio de la vida” (25-03-95). En vibrante Introducción presenta el Papa el clamor de Obispos y fieles de todos los lugares del mundo para que hiciera este pronunciamiento en su defensa, por la urgente exaltación de ella y por la alarmante realidad no solo de múltiples atentados en su contra, sino por la aterradora actitud de muchos en el mundo que exponen con tesón ideas que llevan al atropello de tan sagrado y primer derecho humano.
Múltiples y profundos pronunciamientos habían hecho el Vaticano II, sobre este sublime don de la vida en forma muy amplia en la Constitución Gaudium et Spes, en donde señala su máxima grandeza dentro del principio cristiano de que ella no tiene una dimensión solamente terrena, sino que “hay que mirarla en su destino eterno” (51 d), bajo la asistencia de una Iglesia, que, debe atender a todos sus aspectos, inclusive materiales, con proyección a vocación celeste. Además, se la señala responsable de la organización de los pueblos con grave obligación de vigilar porque se les proporcione lo necesario, para una vida decente, a los individuos y a la comunidad” (G.S.70). Concluye esta fundamental Constitución en un reconocimiento de que “Dios es Señor de la vida”, que ha confiado a los hombres el insigne ministerio de conservarla como invaluable tesoro”.
Se reclama, toda energía, en ese documento, y sumo cuidado a la vida humana desde su concepción, con firme rechazo del aborto, como “crimen abominable”. La “eutanasia”, defendida hoy hasta con sentido humanitario, es colocada en documento conciliar como “violadora de la integridad de la persona humana”, y como “algo infamante que degrada y deshonra la existencia humana” (n. 27, c).
En el documento, verdadero “Evangelio de la Vida”, ya mencionado, lanzado por el gran S. Juan Pablo II, con este título, en el crepúsculo del Siglo XX (26-03-95), inicia colocándola “en el centro del mensaje de Jesús”, y como razón de ser de su venida al mundo, para que los humanos la tengan en abundancia (Jn. 16-18), y prolongación de ella en la eternidad, realidad sagrada y sublime está de la fe, al ubicarla en la evangelización en peregrinación hacia la unidad con Dios.
Entonces, toda amenaza a la dignidad de la vida que del hombre repercute en el corazón mismo de la Iglesia, pues afecta al núcleo de su fe en la encarnación redentora del Hijo de Dios. Tilda el Papa de dramáticos los reclamos del Concilio, que es preciso afrontar como contrarios totalmente, al honor debido a la obra del Creador (n.n.7). Son oprobios que corrompe la civilización humana (Continuará).
*Obispo Emérito de Garzón