Obama | El Nuevo Siglo
Viernes, 13 de Enero de 2017

A pesar de los millones de colombianos que a ratos parecen diseñados por Kafka, muchas cosas indican que Colombia ya empezó a salir de la horrible noche; otros, como Siria, no han podido ponerle punto final a la tragedia; y algunos, como los Estados Unidos, están ad portas de  un devastador tormento.

Un planeta movido por hilos tan diversos, egoístas y fanáticos como los que nos mueven, difícilmente podrá estar, todo él, en paz. Siempre habrá más de un lugar listo a recibir la curita que tiene Mafalda en su mano, cuando -desolada- contempla el mapamundi. Nos vamos rotando la geografía de los réquiem, porque el lado más inhumano de la naturaleza humana, hace que nos resulte inevitable oír los lurdos acordes de una marcha fúnebre, sonando siempre, por ahí.

No alcanzo a vislumbrar la magnitud del impacto que tendrá no solo en Estados Unidos, sino en el mundo entero, la presidencia de Trump.

He oído y leído varias veces el discurso de despedida  de Barak Obama, y cada vez me gustan más él sus hechos y sus palabras y me da más nostalgia y más dolor que se vaya y más angustia por lo que viene. Todo al tiempo, como una catarata escrita intencionalmente sin comas ni pausas para el respiro. Porque así es como me siento cuando al mundo le da por confundir evolución con involución.

Extrañaremos a Obama. Doblemente: porque ya él no esté, y por el espanto del sucesor.

Extrañaremos su noble y constante invitación a la unión, su política de inclusión ligada a una enorme  la capacidad para tender puentes y ponerse en los pies descalzos de los otros. Extrañaremos la cálida inteligencia de Michelle, y esa sensación de haber tenido al frente del país más poderoso del mundo, un presidente capaz de identificarse más con la gente que con el poder; más cotidiano que suntuoso; plural, sensible y valiente, un sencillo triunfador sin triunfalismos.

El otro día preguntaron si quienes habían elegido a Trump ya se habrían dado cuenta del harakiri que habían cometido. ¡Quién sabe! Como los del Brexit, los del No/Nunca de nuestro plebiscito y tantas otras trampas que nos impone el hemisferio amargo de la democracia. Quién sabe cuántos más muertos, cuántos más cataclismos sociales y expulsiones medievales tendremos que presenciar, antes de despertarnos y empeñarnos en serio en la construcción de un planeta viable.

Solo sé que no podemos dejarnos vencer por  los criaderos de cuervos, camuflados entre el oscurantismo y la opulencia.

Asustan las almohadas rotas frente al viento, y las plumas de las calumnias volando inasibles, porque así es como se crean y recrean  elecciones amañadas,  gobiernos corruptos, zancadillas a la paz -en Colombia o en cualquier rincón de la Tierra-. Asustan, pero tenemos que ser más fuertes que la amenaza y la amnesia, y garantizar  que nuestra fortaleza se teja entre el corazón y las neuronas, jamás a punta de armas y violencias, porque de ellas, estamos hastiados.

3827 kilómetros separan su casa de la mía; nunca he hablado con él ni le ha dado la mano; pero desde ya, extraño a Obama.

ariasgloria@hotmail.com