La historia de las instituciones que componen hoy la fuerza pública va ligada a la del país, toda la evolución está respaldada en la tradición que la experiencia recogió a lo largo de los tiempos, sometida a diferentes conceptos y enfoques, fruto del momento político, económico y social que atravesó la nación, fusionado a los intereses de gobernantes de turno, algunos bien enfocados y direccionados a favor del desarrollo y progreso de los componentes tanto militar como policial, otros no tanto por estar sujetos a rumbos personales partidistas, de corto aliento y pasajera vigencia.
En la alborada de la República el componente militar se mantuvo bajo el control del ministerio de guerra, donde ha permanecido, hecho que le proporcionó estabilidad y desarrollo profesional, tanto en su recurso humano, como tecnológico y bélico, a lo que debemos añadir su doctrina soportada en conceptos tanto nacionales como internacionales, encarados e incrementados por diligentes oficiales, preocupados por el futuro del país y sus instituciones, lo que generó una formación y capacitación, seria, rígida y exigente.
Con la Policía Nacional los enfoques fueron diferentes, pues desde su fundación se recomendó mantener la institución alejada del componente político, por ser nocivo para su desarrollo y consolidación, recomendación poco atendida por los gobiernos, que utilizaron esta organización, concebida para defensa y servicio de la comunidad, a su conveniencia, amaño y arreglo, perjudicando el progreso, de un componente ciudadano de urgente presencia en el país. No podemos ser más explícitos, pero bástenos con recordar que, en el siglo pasado, nuestra policía permaneció al vaivén de los caprichos e intereses de políticos, hasta el año 1953 cuando el presidente de la República, Gustavo Rojas Pinilla, incorporó la institución al ministerio de la guerra como cuarta fuerza. Punto de partida para un florecer policial con dinámica y profesionalismo. Fue un momento histórico que la oficialidad policial supo aprovechar, recogiendo de las fuerzas militares conceptos formadores que contribuyeron a forjar la grandeza y dignidad que hoy engalana esta institución tan cara a nuestros sentimientos.
Este histórico momento permitió al componente policial tomar de las toldas militares aspectos relevantes como la organización, soportada en el reglamento, doctrina y principios básicos de orden y profesionalismo. A este punto va dirigida mi columna, porque los reglamentos soportan la disciplina y entre ellos contamos con el de uniformes, baluarte de la imagen y compromiso de sus integrantes ante el ciudadano. Al momento de ingresar el aspirante se compromete a respetar la grandiosidad que representa el uniforme y llevarlo atendiendo las normas estipuladas en el régimen, no hacerlo pretextando cualquier, situación, credo o tradición es faltar al compromiso, menospreciando los valores institucionales, pero si esta afrenta se presenta prevalecidos de circunstancias del servicio especiales y representativas, la felonía es irremediable.