ORLANDO ABELLO MARTÍNEZ-APARICIO | El Nuevo Siglo
Viernes, 4 de Mayo de 2012

Tres generaciones y tres continentes

 

El historiador Gustavo Bell Lemus escribió recientemente El cuento de Generoso, un fascinante relato de la parábola vital de tres generaciones de la familia Mancini que describe sus actividades empresariales, sociales y familiares. Primero en su natal Tivoli, luego a su breve paso por África, y posteriormente en su asentamiento en la ciudad de Barranquilla desde 1919.

En los tres continentes dejaron huella de su caracterizado emprendimiento empresarial, don de gentes y elevados valores personales. Don Generoso, acompañado y asociado primero con su compatriota Rómulo Cruciani, y luego seguido por su hermano don Adalgiso, quien se le unió a la formidable aventura de "hacer la América", fueron los pilares del emporio empresarial asociado a un sector de la industria alimenticia del Caribe colombiano, cuyo nombre se funde y se confunde con el mismo de sus fundadores.

El libro de Bell tiene la virtud de relatar con su inconfundible prosa de literato e historiador el trasegar de esta familia de inmigrantes en un entorno histórico no exento de vicisitudes. Las secuelas de la segunda Guerra Mundial no fueron indiferentes a su condición de nacionales de uno de los tres países que conformaron, con Japón y Alemania, "las potencias del eje", que la nación norteamericana estigmatizó en su temida "lista negra" y con quienes los colosos del norte prohibían entablar relaciones comerciales.

La familia Mancini, para esa entonces parte integral y apreciada de la sociedad de Barranquilla, encontró en su familia política, los Alzamora De Mier, el refugio societario que los separó temporalmente de los órganos administrativos de sus empresas y así pudieron continuar con su imparable deseo y fe en Colombia, el desarrollo y crecimiento de sus negocios para bien de sus trabajadores, proveedores y consumidores.

La impronta de los Mancini en Barranquilla no sólo quedó grabada en su actividad empresarial. Gremios como la Andi y Fedemol se nutrieron de sus invaluables aportes intelectuales y económicos. Asimismo instituciones gubernamentales y sociales de la importancia de la Armada Nacional y del Centro Italiano fueron beneficiarias de la generosidad de esa respetable familia.

No es una coincidencia que fuera en esta tierra donde afincaron sus sueños los Mancini. Recordemos que, para la época de su arribo, ya la ciudad gozaba de reconocimiento mundial como una urbe de puertas abiertas para todas las migraciones. De esto da fe otro libro, cuya lectura también recomiendo, Las Colonias Extranjeras y las Representaciones Consulares en Barranquilla, del autor Jorge Villalón Donoso.