Orlando Cano Vallejo | El Nuevo Siglo
Martes, 9 de Diciembre de 2014

MIRADOR

Tacañería

Si  miramos las cuentas fiscales del Gobierno, esta Navidad pinta tacaña considerando los recortes extremos en gastos generales. Nunca fue bueno un Gobierno gastador y derrochador. El gasto público en ‘cintura’ corrige distorsiones y excesos en la ejecución presupuestal. Cuando el ejecutivo se desboca en pagos de funcionamiento, crece el déficit y se limitan los giros destinados a inversión social.

Desde el mandato de Álvaro Uribe el país ha venido apretando pagos del presupuesto nacional, especialmente en nómina, contratos y asesorías. Las compras estatales han sido rigurosas y miradas con lupa. A nadie le molesta saber que su nación está saneando recursos públicos, optimizando gasto y recortando en mantenimiento de la administración pública. Hay una creencia de que lo público entraña burguesía y que los servidores del Estado revisten privilegios frente al resto de empleados. Tal aseveración luce subjetiva y no siempre es cierta. Hay unas tablas salariales para trabajadores y funcionarios del Gobierno y, claro está, prevalecen excesos para algunos servidores del Estado, sueldos altos y pensiones de lujo.

Aplicar austeridad es una manera objetiva de cuadrar caja, quitar donde sea preciso y abonar donde se requiere. Sin embargo, no es sano economizar en extremo y comprometer el correcto funcionamiento de las entidades oficiales. Ahorros en papelería, combustibles, conductores, horas extras, telefonía, viajes, viáticos, publicidad y mercadeo, asesores y consultores. ¿Es la vía? ¿Quitarles músculo financiero a las entidades es lo ideal para el equilibrio presupuestal? ¿Hay de donde sacar tanto?

Escucho funcionarios amigos de la austeridad en el manejo de recursos públicos señalar que no es tan bueno, eficiente ni necesario aplicar semejantes recortes en medidos fondos que manejan algunas entidades.

Vale la pena hacer seguimiento a la efectividad del plan de austeridad en el  gasto que de buena fe, y con las mejores intenciones, ordenó el presidente Santos. Él se distingue por el rigor, la disciplina y el uso transparente de los recursos, ese ha sido su talante. Lo fundamental es que cualquier peso que se saque de la canasta general de gastos, sí vaya efectivamente a mayor inversión social, a gentes necesitadas, a comunidades vulnerables, a niños abandonados o en la miseria y ancianos olvidados. También faltan escuelas y mejorar la salud pública para los más pobres. La economía nacional a la luz de la austeridad oficial tendrá unas festividades navideñas y de año nuevo, preferiblemente de ahorro y prudencia en el consumo.

El mensaje podría ser que si bien la economía cierra saludable 2014, mejor ser medidos en gastos, pues vienen tiempos inciertos en 2015 por pagos de colegios y universidades, textos escolares, mayores impuestos, alzas en arriendos, servicios públicos, transporte, bebidas y alimentos.

Ahorrar sí, tacañería no.