Otro lado de las marchas | El Nuevo Siglo
Martes, 26 de Noviembre de 2019

No voy a volver sobre que la protesta es un derecho siempre y cuando no degenere en violencia o desmanes, los que hay que reprimir. Ni sobre las mentiras de Fecode para incitar al paro. Ni sobre que éste es planeado y requiere director de orquesta. La Novena Conferencia Guerrillera trazó los planes futuros con base en los lineamientos del Foro de Sao Paulo y, aunque en la Décima aceptaron el acuerdo Santos-Timochenko y resolvieron volverse partido político, sus ambiciones de alcanzar el poder por cualquier medio siguen intactas.

La orquesta está dirigida desde afuera, pero aquí Petro es su figura más representativa y para probarlo basta leer sus trinos y cómo incita a mantenerse en las calles y atacar los aeropuertos. ¿De dónde si no los manifestantes del jueves que salían de la Universidad Nacional se dirigieron al aeropuerto y no a la concentración en la Plaza de Bolívar?

Sorprende que el uso de la violencia y el vandalismo no hayan suscitado el menor comentario o condena de los Cepeda, Cristo, Rivera, Barreras, Gaviria o los verdes y que los grandes y exenmermelados medios traten de enmascarar los hechos como un imperativo social. Nadie habla, por supuesto, de cuánto le debe este gobierno al anterior pero sí tiene que cargar esa nefasta herencia como si fuera propia.

Me sorprendió que en las propias narices de la Fuerza Disponible de la Policía se hubiera desatado el vandalismo en la Plaza de Bolívar y se hubiera tratado de incendiar la Alcaldía de Bogotá. Ya había pasado anteriormente. Y que a los llamados de los residentes por la presencia de asaltantes a los conjuntos residenciales de clase media en Kennedy, Patio Bonito, El Tintal y otros barrios del sur no hubiera habido respuesta policial. O que se hubiera atacado el Museo de Oro enfrente de no menos de cincuenta policías. No porque no puedan actuar sino porque los mandos no los dejan. Es indignante ver que no puedan defenderse de los ataques porque los van a acusar y juzgar y si, por irrefrenable necesidad, tienen que reaccionar, sus jefes digan muy seriamente que “vamos a investigar los hechos”. Los policías también son seres humanos, tienen familias e hijos como todos nosotros.

Al comandante de la policía hay que sugerirle que busque asesoría extranjera y mire el video que circula en las redes donde se muestra cómo el “esmad” alemán con orden, disciplina y fuerza reprime a la turbamulta sin causar heridos. Aquí tienen que acurrucarse detrás de los escudos porque sus jefes se mueren del “culillo”.

¿Cómo es posible que después del toque de queda sigan los manifestantes en la calle y no se haga nada? Los vándalos saben que pueden atacar, atracar, dañar y romper vidrios sin consecuencias.

A la gente del común no le interesa si el presupuesto sube o baja, o si las 4G van para un lado o para otro. Pero espera que el gobierno cumpla su deber constitucional de “proteger a todas las personas… en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades”. Es el mínimo de gobernabilidad que se espera.

No quiero ser pájaro de mal agüero, pero esto tiene cara de ir para largo y, si no se reacciona, con más violencia.

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Coda: Bogotá quedó de 95 entre 100 ciudades en materia de tránsito vehicular. Eso significa que don Trancón Bocarejo es uno de los peores directores de “inmovilidad” entre 100 en el mundo. Afortunadamente se va a ir. Algo similar sucede con el estado de las vías. Bogotá sigue siendo “huecotá”.