P. Antonio Izquierdo | El Nuevo Siglo
Domingo, 24 de Marzo de 2013

El dolor, un tesoro escondido

 

¡El dolor! Realidad histórica y designio de Dios. Aquí está el centro del mensaje del Domingo de Ramos. El Siervo de Yahvéh (primera lectura Is 50, 4-7) sufre golpes, insultos y salivazos, pero el Señor le ayuda y le enseña el sentido del dolor. San Pablo, en el himno cristológico de la carta a los filipenses (segunda lectura Fil 2, 6-11), canta a Cristo que "se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo". En la narración de la Pasión según san Lucas (Evangelio: Lc 22, 14-23, 52), Jesús afronta sufrimientos indecibles e incontables, a la manera de un esclavo, pero sabe que todo está dispuesto por el Padre y por ello confía al Padre su espíritu.

El sufrimiento de Cristo puede medirse cuantitativamente, y ya así es enorme. El valor supremo del dolor de Cristo radica sobre todo en su cualidad. Cualidad que se basa sobre tres pilares: Jesús es el hombre perfecto, que experimenta y vive el sufrimiento con perfección; Jesús es el Hijo de Dios, y por tanto es Dios mismo quien sufre en Él; Jesús es el Redentor del mundo y del hombre, que asume el dolor inyectando en él la potencia salvífica de Dios. Por eso, en la vida de Cristo, sobre todo en los acontecimientos de su pasión y muerte, el dolor es una realidad histórica, pero también mística, es solidaridad con el hombre, y a la vez juicio y justificación del hombre pecador, o sea, misterio de salvación.

El hombre actual tiene miedo del dolor. Quisiera eliminarlo, arrancarlo de la vida humana, e incluso de la vida animal. Parece como si la gran batalla de la historia actual fuera contra el dolor en lugar de por el hombre. Hay que reflexionar sobre esto, porque a veces resulta que logramos destruir el dolor, pero de tal manera que destruimos también algo del hombre. Los padres, para que sus hijos no sufran, no les niegan nada, les dejan hacer todos sus caprichos, pero... ¿no están de esta manera perjudicándolos a largo plazo? No abogo por el sufrimiento en sí, es necesario aliviarlo lo más posible, abogo por la asunción humana del sufrimiento. No son infrecuentes los casos de jóvenes y adultos que ante el fracaso escolar o profesional, ante una decepción amorosa, ante un escándalo de corrupción, prefieren acabar con la vida, a enfrentarse con el rostro doloroso de la situación. ¿Por qué? No se conoce, no se ha descubierto el tesoro escondido en el dolor. Para el hombre es un tesoro escondido de humanización. Para el cristiano es un tesoro escondido de asimilación del estilo de Cristo, de valor redentor.

¿No es una buena forma de alivio el enseñar a los que sufren a dar sentido y valor a sus sufrimientos?/ Fuente: Catholic.net