Alas de fe y razón
"Nosotros predicamos a Cristo crucificado, que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (segunda lectura, 1Cor 1, 22-25). En esta frase veo resumido el mensaje central de los textos litúrgicos de este domingo tercero de cuaresma. Fuerza y sabiduría de Dios que superan y perfeccionan la fuerza y sabiduría del Decálogo (primera lectura, Éx 20, 1-17). Fuerza y sabiduría de Dios que instauran un nuevo templo y un nuevo culto, situado no ya en un lugar, cuanto en una persona (Él hablaba del templo de su cuerpo): la persona de Cristo crucificado, muerto y resucitado en quien la relación entre Dios y el hombre alcanza su plenitud y su paradigma (Ev, Jn 2, 13-25).
La revelación de Dios es un largo y progresivo camino de sabiduría divina. Esa sabiduría se revela adaptándose a los eternos designios de Dios, pero también al desarrollo espiritual y humano de los hombres. Esto no es imperfección de Dios, sino condescendencia, aceptación de la historicidad del ser humano con todos los condicionamientos que ella comporta. Después de largos siglos en que la sabiduría divina se fue manifestando en enseñanzas, instituciones, profetas y sabios, la sabiduría de Dios se encarna en Jesús de Nazaret, pero con caracteres bastante diversos a lo esperado. Jesús dirá que no ha venido a abolir la ley sino a perfeccionarla, por eso no basta el decálogo con su amor a Dios y al hombre, es necesario añadir que se trata de amar a Dios en su misterio trinitario revelado por Jesucristo, y de amar al prójimo, incluso si es nuestro enemigo. Jesús, como nuevo templo, interioriza el culto cristiano, fundado no en sacrificios ni ritos externos, sino en la acción del Espíritu de súplica, alabanza y adoración. Tanto en uno como en otro caso, se trata de una sabiduría que mana del Espíritu de Dios, no obra del hombre ni de sus capacidades superiores.
El hombre contemporáneo tiene una confianza sin límites en la inteligencia científica, por el hecho mismo de que ve las grandes conquistas a las que ha llegado. La inteligencia humana abarca otros aspectos, que necesitan un desarrollo, como la inteligencia filosófica, o la moral o la religiosa. Desgraciadamente la inteligencia en estos campos en vez de aumentar, ha ido disminuyendo en los últimos lustros. ¡Es un grande déficit en la vida y en la formación del hombre actual!
Jesucristo en el evangelio supera el culto ritual del templo, y lo sitúa en el interior del hombre. En 1973 el Papa Paulo VI propuso a los fieles que le escuchaban el decálogo de la oración, una manera práctica de vivir el culto interior y de expresarlo de modo adecuado a nuestro tiempo.
Este decálogo sigue siendo actualísimo después de casi treinta años. Su cumplimiento será renovador y enriquecerá la vida espiritual de cada cristiano, de los grupos, de las parroquias. /Fuente: Catholic.net