P. OCTAVIO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Domingo, 29 de Abril de 2012

Jornada Mundial de las Vocaciones

Hoy se celebra la jornada mundial por las vocaciones. En esta ocasión el Papa ha querido desarrollar el tema de la vocación como servicio. El evangelio del Buen Pastor nos ofrece la oportunidad de centrar nuestras reflexiones de este domingo en el amor de Cristo que ha venido a servir. Jesucristo es el buen pastor que da su vida por las ovejas. Nadie le quita la vida, Él mismo la ofrece para rescatar a las ovejas perdidas (EV, Lc 10,11-18). Él es la piedra angular y el único nombre bajo el cual podemos alcanzar la salvación (1L, Hch 4,8-12). En Él hemos llegado a ser "Hijos de Dios" (2L, 1 Jn 3, 1-2).

Quien desee comprenderse a sí mismo, no según criterios superficiales, sino en la profundidad de su existencia, debe dirigirse a él, porque Cristo revela el hombre al mismo hombre. Más aún, Cristo revela al hombre el amor del Padre.

El recuerdo solemne y completo del nombre de Jesús delante del sanedrín, da pie a Pedro para exponer la esencia del kerigma cristiano: la muerte y la resurrección del Señor. Dios había ofrecido a los príncipes del pueblo una piedra de gran valor para que, sobre ella, edificaran el templo de Dios. Ellos, los constructores, la habían rechazado; sin embargo, Dios la había constituido cabeza de ángulo, piedra angular. Sobre esta piedra se edifica toda la casa. Esta predicación, como es de suponer, disgustaba abiertamente a los jefes del pueblo que se sentían acusados de no haber acogido la persona de Jesucristo y su obra de salvación. Sólo bajo el nombre de Jesús de Nazareth podemos alcanzar la salvación, afirma con claridad la segunda lectura. No se ha dado otro nombre bajo el cual podamos salvarnos.

El tema del Buen Pastor aparece de modo relevante en este cuarto domingo de Pascua. La imagen del Buen Pastor, que se comprendía fácilmente en el tiempo de Jesús y que era frecuentemente usada en la Biblia, aparece aquí como una traducción concreta de cuanto ha sucedido en el misterio pascual: Cristo nos ha recogido de los pastos de muerte por donde nos habíamos dispersado, nos ha reconquistado para el amor de Dios, nos ha llevado a la plenitud de la comunión con el Padre.

Todos los cristianos deberíamos sentirnos hoy como la oveja que ha sido rescatada del abismo. Deberíamos de experimentar aquello de San Pablo: dilexit me et tradidit semetipsum pro me. Me amó y se entregó a sí mismo por mí. ¡Qué agradecimiento debería nacer de nuestra alma hacia ese Jesús que, por mí, ha muerto en una cruz! Por mí, es decir, a favor mío. Por mí, es decir, en mi lugar. El secreto de la vida cristiana está todo en experimentar el amor del Padre en Cristo Jesús por el Espíritu. Todo lo demás viene por añadidura. /Fuente: Catholic.net