Durante toda la semana pasada diversos medios de comunicación hicieron extensas entrevistas a Tomas Uribe, hijo del expresidente Álvaro Uribe. En todas las intervenciones los periodistas le preguntaron si tenía alguna intención de entrar en política. Cómo es normal todos querían la gran chiva, que Tomás dijera que sí, que tenía la intención de ser candidato presidencial por el centro Democrático como se lo han pedido muchos de los seguidores de su papá que pertenecen a ese partido. Enfáticamente, en todas sus intervenciones Tomás respondió que estaba dedicado a hacer país desde el empresariado, que no tenía ninguna intención de ser candidato. Sin embargo, la razón de la entrevista era una propuesta de reforma laboral para que en Colombia cambiemos de una jornada de ocho horas, a una de cuatro. ¿Qué más político que eso?
¿Quién es Tomas Uribe y cuáles son sus pergaminos para que todos los medios de comunicación estén volcados a entrevistarlo para que explique su ingeniosa propuesta económica? Más allá de ser el hijo de un exmandatario, Tomás no se ha destacado por ser un gran economista ni tampoco por ser un estudioso de la política laboral, fiscal o monetaria de cualquier país del mundo. Hay que tener en cuenta que ser empresario, así sea exitoso, no necesariamente es elemento que de autoridad para proponer reformas estructurales en un país como el nuestro. Y que de paso, los medios de comunicación se pongan a entrevistarlo como si estuviéramos hablando de Hayek, Friedman, Keynes o Rawls. La única razón por la cual Tomas Uribe tiene “autoridad” para los periodistas en Colombia es por su papá. Por eso es que somos un país de delfines, porque damos vitrina y pantalla no por méritos sino simplemente por ser hijo de...
Es absurdo pensar que Tomas Uribe no está haciendo política, claro que está en ello. La ronda de medios que hizo durante la semana pasada es toda una estrategia. La política no sólo se hace a nivel electoral, hay muchas formas de influir en los destinos de una nación. Lo que es increíble es que pensemos que no es así. Es ahí en donde nosotros los medios de comunicación o quienes trabajamos en ellos debemos asumir una responsabilidad con las audiencias sobre cómo hemos sido copartícipes durante toda la historia de avalar que quienes lleguen a cargos de poder o quiénes sean referenciados como autoridad, sean aquellos cuyo principal pergamino sea el apellido y no su trabajo. De lo contrario no estaríamos constantemente pensando que los más opcionados para liderar nuestra nación son los que tengan apellido Pastrana, Samper, Uribe y Gaviria.
Aunque esto no es una práctica solo de la derecha, también la izquierda entra en esa fiesta. Gustavo Petro tiene a su hijo en un cargo regional, el hijo de Piedad Córdoba está en el Congreso de la República y así muchos casos que podríamos mencionar. No quiero decir con esto que quienes tienen algún apellido o un familiar exitoso en la política no puedan seguir sus pasos y adentrarse en esas lides. Lo que quiero decir es que la política nos muestra la realidad de nuestra nación. Colombia es uno de los países más desiguales del mundo, un territorio en donde no todos tienen las mismas oportunidades y la política es un reflejo de esa realidad. Un país en donde los delfines tienen mayores privilegios y posibilidades para llegar al poder.