El Gobierno Santos ha quedado desubicado ante la derrota del plebiscito. El Presidente de la República no sabe qué hacer, la Unidad Nacional se ha quedado con el pecado y sin el género y las Farc siguen aferradas a un acuerdo que ya no existe. El Gobierno promueve marchas y concentraciones de “espontáneos” que exigen un “Acuerdo Ya”, buscando conseguir en las calles lo que perdieron en las urnas. Simultáneamente, desde el Palacio de Nariño, se inventan “leguleyadas” para revivir lo pactado y burlar, con apariencia de legalidad, la voluntad popular.
El Premio Nobel ha envalentonado al Presidente, se ha tomado en serio eso de ser el Presidente de la paz, hasta usa el saludo de los hinduistas. El Nobel no sólo le sirvió de premio de consolación ante la derrota en las urnas de su única política durante dos mandatos, el Nobel ha servido para que deje de amenazar al país con pegarle una patada a la mesa de La Habana y dejarle el problema a la oposición que lo derrotó. Con el premio ha quedado comprometido a persistir en una salida negociada, hasta se ha visto en la obligación de escuchar los argumentos de los promotores del No.
El Gobierno, como le es natural, podría hacerle trampa al país con una burda “alcaldada”. Tumbando el plebiscito a través de un fallo de tutela en la Corte Constitucional; repitiendo las elecciones para refrendar el mismo acuerdo pero con otro nombre; o diciendo que el plebiscito sólo era un mecanismo de consulta, pero que el Acuerdo está vigente, al haber sido firmado y depositado como Acuerdo Especial en Suiza. Cualquiera de esas opciones, sería una peligrosa provocación al pueblo colombiano, desconocer la decisión de la mayoría podría llevar al pueblo a desconocer el gobierno.
El triunfo del No el 2 de Octubre mantuvo vigente el orden constitucional, rechazó una reforma tramitada en La Habana por dos signatarios sin facultades para hacerlo. El Centro Democrático, principal promotor del No, carece de facultades para reformar los Acuerdos, no recibió un mandato por parte de los colombianos para hacer modificaciones a lo acordado en Cuba. El Plebiscito, al hacer una pregunta de Sí o No, no dejaba espacio para escoger elementos parciales de lo pactado, o se aceptaba o se rechazaba todo, y en efecto todo se rechazó.
A la oposición le corresponde formular propuestas y observaciones frente a un nuevo acuerdo, pero en ningún caso asumir la negociación o avalar las modificaciones que hagan el Gobierno y las Farc. Juan Manuel Santos ha buscado responsabilizar del futuro de la negociación con la guerrilla a su antecesor Álvaro Uribe, pero la obligación, las facultades y el mandato de hacerlo recaen en su Gobierno. Ojalá aproveche sus mayorías en el Congreso para tramitar, por la vía ordinaria, las reformas legales y constitucionales, a que haya lugar, para lograr un mejor acuerdo.
@SHOYOS