El invierno que nos angustia se está tornando en una calamidad para el país desde diferentes puntos de vista, todos muy preocupantes, pero este fenómeno es más que traumático para el agro, tal vez catastrófico, pues antes del periodo de lluvias ya teníamos problemas con la comercialización de algunos productos recolectados en abundancia como papa, plátano y diversas clases de frutas, inconveniente que se potenció con el invierno.
Sabemos de antemano y con sobrada razón, que nuestros agricultores juegan un papel preponderante en la vida nacional y engranaje económico por ser los proveedores de productos de primera necesidad en las canasta familiar. Hoy ellos atraviesan momentos altamente complicados para sus economías, tanto familiares como agrarias, pues la comercialización de sus productos cada día se torna más complicada, escenario que poco o nada se conoce a nivel social, especialmente en las principales ciudades del país y se magnifica solo cuando se presenta súper producción, fenómeno que rebaja el precio comercial del artículo, llevando su valor a importes inferiores a la cuantía de producción. Es decir, en buen romance, nuestros campesinos están trabajando a pérdida, a más de soportar los intermediarios que hacen su agosto en estos tiempos difíciles, cuando sacar el producto del lugar de cosecha hasta los puntos de comercialización es una odisea, corriéndose por ello el riesgo de perder la cosecha y todo su trabajo, al salir más caro mover el producto que la oferta del intermediario. Ahora con este invierno que estamos soportando todas estas tareas se tornan inalcanzables para el hombre del campo, sin recursos ni medios que le faciliten la comercialización de sus cultivos.
A las puestas del invierno vivimos una situación inesperada con la abundante cosecha de papa, que mostró un grave problema social, llegando al extremo los paperos de botar, regalar o vender su producto muy por debajo del nivel de inversión, genera aflicción saber que la faena campesina se está perdiendo a sabiendas que por la pandemia muchos colombianos pasan momentos de hambruna. Es descorazonador vivir estos trances tan difíciles por falta de medios para aprovechar esta abundancia de comida y cubrir la necesidades del todo un conglomerado.
No es sano recurrir al juicio de valores para buscar responsables en estos impases, pero sería razonable y sonaría lógico que a partir de esta experiencia, que sabemos no es la primera vez que se presenta, se diseñen estrategias direccionadas a evitar este tipo de fracasos. Las autoridades nacionales y regionales pueden generar estrategias para desarrollar frente a situaciones como la vivida con los paperos. Seguramente el gobierno y el ministro de ramo tienen los medios de negociación nacional para comercializar un producto generado en abundancia, evitando el colapso del sector agrario y de los agricultores en especial.