Perdonar acordándonos | El Nuevo Siglo
Viernes, 10 de Febrero de 2017

La 16ª cumbre mundial de Premios Nobel de Paz nos trajo unos expositores brillantes, sencillos, vehementes y convencidos. Ninguno fue manso en sus palabras, quizá porque la paz no se conquista con docilidad. Nos contaron sus historias, las lecciones aprendidas, su trabajo encaminado a la reconciliación, a la memoria y al perdón, no al olvido.

Y es que el olvido -además de ser imposible- irrespeta las víctimas y facilita que tropecemos cien veces con la misma piedra.

Se trata más bien de perdonar, conservando la memoria; perdonar, con las heridas abiertas y el dolor conjugado en un largo pasado convertido en presente. Perdonar acordándonos.

Los Nobel del mundo vinieron a la que nunca más será la tierra del olvido, y un halo de credibilidad rodeó cada una de sus palabras enfáticas y combativas. Sí, combativas, porque para ninguno de ellos la vida ha sido fácil.

Y nuestros constructores de paz Humberto De la Calle, Sergio Jaramillo y el presidente Nobel, se lucieron. Se vieron sólidos y estructurados; posesionados de su responsabilidad y dueños de una honesta convicción. Fueron claros y con firmeza contaron cómo van las cosas, y exigieron unión ciudadana para que cada paso que demos, consolide el proceso y permita cumplir las promesas. Insistieron en la importancia de no politizar la paz, y que los detractores de los acuerdos no la conviertan en su caballito de batalla para ganar las elecciones.

Los tres dejaron muy alto el nombre y la tenacidad de Colombia, y el país debería entender su deuda de gratitud y admiración para con ellos.

También creo que el día de la firma en el Teatro Colón, o cuando los ex combatientes empezaron a llegar a las zonas de transición, Colombia debería haber salido a las calles, a celebrar, a abrazarnos, a bailar…y hoy deberíamos tener mil versiones criollas de la famosa fotografía del marinero besando a la enfermera en Times Square cuando terminó la II guerra mundial.

Pero aquí somos raros. 52 años de conflicto armado; 6 años de negociaciones; 5 o 6 presidentes intentando terminar la guerra, y cuando por fin uno lo logra, el 72% de los encuestados le dice a Mr. Datexco que “desaprueba la manera como el Presidente está manejando el país”.

Si tienen 8 minutos, léanse el discurso de bienvenida “a la patria del realismo mágico y (…) a la patria de la paz”; quizá lo mejor que le he oído al Presidente Santos. Se refiere a sus partners Nobel como “paradigmas de valor, de compasión y trabajo por la humanidad”. Nos  convoca a “trabajar con la verdad y desde la verdad, trabajar con la justicia y desde la justicia, trabajar con el corazón y desde el corazón, para derrotar al miedo y hacer posible la certeza de la esperanza”. Y al final nos recuerda que “nuestro pueblo es uno solo y se llama el mundo. Y nuestra raza es una sola y se llama humanidad”.

Conmueve que varios Nobel hubieran dicho en sus idiomas de montañas, inviernos y desiertos, que para el 2016, Colombia fue la buena noticia que tuvo el mundo. Banderas… ¡muchas banderas izadas en el corazón!

ariasgloria@hotmail.com