Hoy, 25 de abril/2020, muchos médicos, enfermeras y personal de apoyo siguen clamando por los implementos de bioseguridad y por sus sueldos atrasados. Si algo ha demostrado la pandemia es la inconveniencia de conceder a los particulares la administración de servicios públicos esenciales. Mientras el Estado Central ha dado muestras de eficiencia en el combate contra el virus, el sector privado que gobierna la salud, ha marchado con lentitud desconcertante. Esperan, apenas, el cuantioso giro del Gobierno y no se conocen sus iniciativas para obtener los recursos extraordinarios que la hora exige.
Tampoco se ha oído a los banqueros, señalados de aprovechar las garantías del 90% que el Estado otorga para cobrarse deudas sin hacer nuevos desembolsos. La situación es tan apremiante que Bancóldex trabaja afanosamente para transformar una de sus secciones en banca de primer piso. Es que el drama es de tal dimensión que la parálisis económica puede arrasar la civilización contemporánea. El Homo Sapiens esta impotente para defender su propia vida y la de los suyos.
A diario estadistas y economistas reconocidos, con altruismo, insinúan medidas y acciones. Ellos y los gobiernos caminan a tientas en el túnel oscuro en que se ha convertido nuestro tiempo. Pero, todo lo que piden y lo que se hace apunta a que en la macroeconomía está la solución. Y así puede ser. Pero dejar de lado lo micro es desconsiderar la inmensa fuerza social de lo regional-popular. Bien ha hecho el gobierno Duque en devolver el IVA a las familias vulnerables, en intentar llegar a más de 3 millones de familias con el Ingreso Solidario y enviarle comida a casa a millones de niños educandos. En las acciones gubernamentales hay perfiles de coraje, tan necesarios como novedosos.
La hora diaria del Presidente Duque, con su equipo, conversando con los colombianos sobre las distintas caras de esta enigmática moneda, es prueba de que está dirigiendo con buen juicio la nave. Los informes precisos, serios y creíbles del Ministro de Salud, dan alivio en la aridez de la desesperanza.
Todo ello es ejemplo de lo que pueden y deben hacer los gobernadores y alcaldes. Las donatones en Bogotá y Medellín indican liderazgo y habilidad pero también generosidad de la ciudadanía. Si cada gobernador y alcalde se pone a pedirle colaboración a sus gobernados vamos a ver una nación solidaria que le da la mano a su prójimo. Y con lo que así se obtenga habrá más comida y creación de empleo informal, precario, pero empleo y comida en el momento que más se requiere. ¿Cuánta cantidad reuniremos si cada ganadero regala una vaca en su terruño? Eso cabe para todos los alimentos, pues Colombia produce la comida básica para sobrevivir. Insisto, lo micro también es parte de la solución. A ese nivel es más fácil despertar hermandad, compadrazgo, amistad, compañerismo. En cada casa pobre o rica tenemos que conservar la esperanza.
El libro de Kennedy que le da título a esta columna se abre con un epígrafe de Lincoln: “Los dogmas del tranquilo pasado son inadecuados en el tormentoso presente. Los tiempos que vivimos están llenos de dificultades y es nuestro deber mostrarnos a la altura de los mismos. Nos enfrentamos con nuevas circunstancias; debemos, pues, pensar y obrar de acuerdo con ellas. (…)”