Después de palabras introductorias “al himno a Alabanza a Dios”, que es la Exhortación qué claridad la del Papa Francisco sobre la crisis climática, y en el repaso del paradigma tecnocrático que le hemos leído. Oportuna la reflexión de las responsabilidades consecuentes ante el poder en que hemos avanzado los humanos, que ha de tener presente el aguijón ético si no queremos llegar a tierra arrasada. Es ante la propia conciencia en donde se medirá el sentido que estemos dando a la vida.
Hecho análisis de la debilidad de la política internacional, paso a paso, con claridad sobre los avances y fracasos en las Conferencias Mundiales sobre el Clima, se plantea el Papa el interrogante sobre la próxima Cop28 en el Golfo Pérsico, gran explotador de energía de fósiles. Invita el Papa a poner allí esperanza como camino de colectiva superación. Esto implica confianza en la capacidad del ser humano de trascender pequeños intereses y de pensar en grande, y que esta Conferencia dé lugar a marcar aceleración de la transición energética, con compromisos efectivos y susceptibles de monitoreo permanente como punto de inflexión que muestre los avances logrados desde 1992. Pero tener en cuenta que la transición que se necesita hacia energías limpias, como la eólica y solar, no tiene la velocidad suficiente, y hay que afrontarla con honestidad. Es imprescindible insistir en que buscar solo remedio técnico a cada problema ambiental que surja es tratar de aislar cosas que en realidad están entrelazadas, y así afrontarlas. No poner parches o remiendos con alambres mientras avanzan procesos de deterioro.
Es en ese ambiente de transparente sinceridad en donde quiere el Papa la aplicación de esta Exhortación, si se quiere dar la respuesta histórica que exige cada año y siglo que se va viviendo, si queremos afrontar las cosas con la honestidad de principios trascendentales que se reclaman a seres humanos. No se puede tratar este fundamental compromiso con un pragmatismo homicida “como si se pateara hacia adelante una bola de nieve” (n.57).
Hay que concluir que no estamos ante algo solamente ambiental, verde, romántico, sino ante un problema humano y social, en un variado arco de sentidos, algo que requiere acompañamiento de todos. Es solo pensando en el bien común, y en el futuro de toda la familia humana, (n.60) y con gran aprecio de motivaciones espirituales (nn. 61-73), que se dan en la Biblia a la obra creadora de Dios (n.62), a ese caminar en cosmovisión judeocristiana (n.67) que difunde el valor peculiar y central del ser humano en medio del concierto de todos los seres con los que conformamos una familia universal, según los planes del Creador. Estamos invitados a ese camino de reconciliación con el mundo que nos alberga, a embellecerlo con el aporte de nuestra dignidad personal y nuestros grandes valores (n.69).
Todo lo cual reclama maduración en la forma de vida de cada persona, algo que paso a paso colabora a gestar grandes procesos de transformación desde lo profundo de la sociedad. Esto unido a indispensables decisiones políticas nos colocaría en necesaria senda del cuidado mutuo, indispensable para conservar el universo.
*Obispo Emérito de Garzón
Email: monlibardoramirez@hotmail.com