Desde el comienzo de este periodo presidencial sabíamos de los problemas que teníamos que enfrentar con un gobierno de izquierda y manejado con un presidente que ha demostrado -en el pasado y el presente. una personalidad con signos de nepotismo, narcisismo, arrogancia, soberbia y terquedad, difíciles de manejar.
Los últimos acontecimientos del gobierno nos han llevado a sentir perplejidad y desesperanza como: la no aprobación de la reforma de salud en el Congreso y su amenaza inmediata de “dar el golpe”, interviniendo ese mismo día a una de las más serias EPS –Sanitas-, insistiendo en asfixiarlas a todas económicamente -caso Compensar- para así desquitarse por la no aprobación, sin importarle sus afiliados y las consecuencias, destruyendo lo que había; el no giro por parte del Icetex a las universidades privadas que atienden alumnos pobres y de clase media; el no dar los aportes de ley a los peajes manejados por concesiones acordadas en contratos anteriores; el menosprecio por la clase empresarial e industrial del país; el desear dar un golpe de estado al gerente de la Federación de Cafeteros por no haber elegido ‘su gerente’; el ignorar las regiones en donde fueron electos alcaldes de derecha o centro, no transfiriendo los recursos que por ley les corresponden en infraestructura y demás áreas y aspectos ya conocidos.
A raíz de esto, he visto rasgos de venganza que son propios de personalidades como la del presidente, donde se han marcado su carácter. En psicología aprendí como el rencor y la venganza estaban aunadas a este tipo de personalidad. De ahí, que revisando a Juan Armando Corbin, encontré las características usuales de las personas vengativas.
Recordemos que el rencor y la venganza están estrechamente relacionadas, aunque no son lo mismo. Cuando hemos sentido un daño moral, generalmente aparece el rencor y surge nuestro deseo de venganza, queremos pagar “ojo por ojo” como lo hacen algunas tribus africanas. Del dolor pasamos a la acción: la venganza.
Analicemos las características que este autor nos aporta, para así entender lo que estamos viviendo con las amenazas y actuaciones del presidente:
-El no sentir empatía, es decir la ausencia de conectar los sentimientos con los “otros”, centrándome solo en deseos propios, típico de los seres egoístas y egocéntricos.
-La falta de conocimiento y por ende de manejo de las emociones, no gestionándolas y actuando con venganza sin importar las consecuencias propias y las de los demás.
- Falta de inteligencia emocional, que lleva al no control y manejo del rencor y venganza, perjudicando a la larga a todos.
- Creer que se posee la verdad absoluta, donde los que fallan son los “otros”. Volviéndose intolerante, con rigidez de pensamiento y terquedad permanente. Ofendiéndose con los que no piensan igual.
- Pensar dicotómicamente en el que todo esta bien o mal. No existiendo ningún matiz en las relaciones, radicalizando el pensamiento, el rencor y venganza.
-No olvidar ni perdonar. El “otro” se convierte en amenaza permanente, viviendo al acecho, ubicando a quienes piensan diferente y castigando a los que considera lo ofenden.
-No aprender del pasado, rememorando a quienes lo hirieron, quedándoles imposible avanzar.
-Son personas orgullosas que solo piensan en quien los están atacando, asumiendo actitudes defensivas y agresivas, no saludables mentalmente.
-Mantener el rencor y los deseos de venganza a flor de piel, reviviéndola continuamente, en vez de superar y cambiar.
-Ser inseguras, no tienen confianza en sí mismos y viven recreando la posibilidad de vengarse y dañar a quienes no piensan como ellos.
Revisemos si estas características se aplican o no, al tipo de personalidad ya definida de nuestro mandatario. Lo que sí es claro es que muchas de estas actitudes nos confrontan a nosotros y a nuestra democracia diariamente.