POR P. OCTAVIO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Viernes, 5 de Agosto de 2011

Manifestaciones divinas


EN  la Sagrada Escritura la teofanía o manifestación de Dios posee un lugar preeminente. Dios se manifiesta con su poder y grandeza y el hombre queda cautivado por esta visión. Este domingo nos encontramos con dos teofanías especiales. En el libro de los Reyes se nos narra el paso de Yahveh ante Elías, que se refugiaba en una cueva en el monte Horeb.


A diferencia de otras manifestaciones divinas, aquí el Señor se hace presente, no como viento impetuoso, terremoto o tormenta, sino por medio de la suave brisa (1L, 1Re 19,9a.11-13a). En el evangelio (Mt 14, 22-33) la teofanía es propiamente Cristofanía, es decir, manifestación de Cristo y de su poder sobre las potencias naturales. Los discípulos que se encontraban en medio de la tormenta en el lago de Tiberíades, ven caminar por las aguas a Jesús. En cuanto Jesús sube a la barca, el viento amaina y los apóstoles se postran ante Él. Esta aparición de Jesús en medio de las aguas se vincula con el acto de fe y con la subsiguiente duda de Pedro. “Si eres tú -le dice a Jesús que se acerca caminando por las aguas- mándame ir a Tí”. En el corazón de Pedro hay una mezcla de fe incipiente y de duda temerosa. “Sí, creo en él, pero no tengo todas las certezas en la mano” -parece decir Pedro-.En todo caso, la Teofanía, bien sea aquella del libro de los Reyes, bien sea la del lago de Tiberíades, viene a reforzar la fe de quienes contemplan tales escenas.


La peregrinación de Elías puede darnos indicaciones muy válidas sobre el peregrinar humano. Como a Elías, también al hombre le sucede que pasa por muy diversos y difíciles momentos en su caminar. Momentos de desolación interior, momentos de incertidumbre, momentos de intenso sufrimiento físico y moral. En estas circunstancias, el hombre, o se abandona al placer o se abandona a la desesperación. La tentación es la de olvidarse de Cristo y decir: ¿No será mejor renunciar a los grandes compromisos de mi fe y vivir como uno de tantos en busca del pan multiplicado? Sin embargo, Cristo viene en nuestra ayuda y nos repite: ¡Ánimo!, yo soy, no temáis. Y esto es la vida cristiana: confiarse en las manos de un Dios que se ha hecho hombre. De un Dios que nos ha revelado su misterio íntimo, el misterio trinitario y se ha puesto a caminar como uno de nosotros, más pobre que nosotros. Sólo quien descubra que es Dios quien camina por las aguas y me tiende su mano protectora, podrá seguir bogando en medio de temporales y vientos contrarios. /Fuente: Catholic.net