Durante la visita del presidente español Pedro Sánchez a Argentina, el mandatario anfitrión Alberto Fernández salió con una frase que escandalizó al continente: “Los mexicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva, pero nosotros los argentinos llegamos de los barcos, y eran barcos que venían de allí, de Europa”. Primero, no hay comentario más argentino que ese. Siempre hemos sabido en la región que se creen superiores al resto del continente y por eso los múltiples chistes que existen sobre el tema. Sin embargo, el hecho de que nos moleste que se digan europeos y al resto indígenas dice mucho del racismo que todavía tenemos enquistado en América Latina.
Nos molesta porque creemos que es peyorativo que nos digan que nuestros orígenes provienen de la selva o de los indígenas. Pensamos todavía que ser europeo implica superioridad. Más de una vez me he sentado en una mesa bogotana, con gente supuestamente muy “educada” y “estudiada” que hace alarde de matrimonios con ciudadanos europeos y de cómo se les mejorará la raza por cruzarse con una persona proveniente del viejo continente. Nos da pena reconocer que somos mestizos, que somos la sumatoria de múltiples razas, que eso nos hace diversos y pluriculturales. Tener un pasado aborigen debería enorgullecernos y no ofendernos. La interpretación y molestia con el comentario del presidente argentino habla más mal de los latinoamericanos que del propio Fernández.
Lo más lamentable de todo esto, es que la ceguera es tal, que después hay quienes se preguntan cómo puede ser posible que en Perú haya ganado la presidencia alguien como el profesor Pedro Castillo o que en Colombia los Misak estén promoviendo el derribamiento de estatuas. Hace falta ir un poco más allá para reconocer que esta es una reacción natural por parte de aquellos pueblos que han sido despreciados y maltratados históricamente por quienes se sienten europeos. Este sigue siendo un continente en donde las clases sociales se dividen racialmente. La falta de representación de minorías en puestos de poder continúa siendo evidente. El color de piel, así no lo reconozcamos, implica ventajas o desventajas en nuestros territorios y por esa razón hay quienes quieren decir ¡Ya no más!
Así que no nos aterremos tanto de las declaraciones de Fernández, ni nos sintamos ofendidos por sus palabras. De hecho, habla muy mal de nosotros que las recibamos como una ofensa. Deberíamos estar orgullosos de nuestro pasado y no sentirnos menos cuando alguien nos lo recuerda.