Por Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Marzo de 2016

Javier de Nicoló: insuperable

SE fue para la eternidad un apóstol inigualable de Jesucristo que puso su vida enteramente al servicio de los niños y los jóvenes que vivían en las calles. Hombre de acción decidida en favor de esta población sumida en aquel entonces del inicio de su obra en la más deplorable de las condiciones. Transformó vidas despreciadas y destinadas a la muerte temprana en verdaderas existencias con sentido y con alegría. Y fueron centenares de vidas las que bajo su amparo descubrieron el sol del cariño, las inmensas capacidades ocultas bajo rostros callejeros que parecerían no tener nada por dentro y, sobre todo, encontraron esperanza cuando una larga historia de abandono a la niñez desamparada de Bogotá no auguraba sino desgracia y tristeza.

 

Javier de Nicoló, sacerdote de Jesucristo y de la Iglesia, miembro de la comunidad salesiana, pasó por el mundo haciendo el bien. Un italiano alegre y trabajador que con un gran sentido de justicia y caridad cristiana encarnó perfectamente el Evangelio de Jesús entre los más pobres. Un hombre que supo asociarse y aguantarse la burocracia distrital para allegar recursos en bien de los niños y jóvenes de la calle, pero que deseaban salir de allí. Un sacerdote arriesgado a la hora de desarrollar su ministerio pues lo llevó más allá de los claustros de la comunidad religiosa y de este modo también reprodujo en forma extraordinaria el ideal de San Juan Bosco con respecto al apostolado de la juventud. Un excelente representante de la congregación salesiana, como suelen ser los padres de esta sociedad religiosa.

 

Destaco dos aspectos que hacen todavía más grande la vida del padre Nicoló o Javier, como lo llamaron sus alumnos de toda la vida. Un sacerdocio vivido con alegría, inmensa libertad y un arrojo apostólico sin medida que se erige como paradigma para la Iglesia que se pregunta hoy en día cuál ha de ser la mejor forma para que sus sacerdotes ejerzan su servicio apostólico. Y, en segundo lugar, una inteligencia que supo trabajar de mano con el Estado y sus recursos para obras que requieren gran cantidad de dinero; él aportó su impecable manejo de todo y el Estado los bienes necesarios, al menos en parte. Una alianza que no siempre debe ser mal vista. Y al final de su obra el mismo Padre Nicoló se reía de quienes le decían que era irremplazable, recordándoles que los cementerios están llenos de estos personajes. Irremplazable no, insuperable sí.