Los inesperados resultados electorales en el Reino Unido (Brexit), Colombia (victoria del No) y el triunfo de Trump en los Estados Unidos han dado lugar a interrogantes sobre el devenir de la sociedad democrática contemporánea. Las respuestas no desconocen la pertinencia de los factores locales e intentan encontrar el denominador común a esos fenómenos políticos, los cuales, además, han hecho fracasar a consagrados arúspices en la medición de la opinión pública. El consejo de moda es: si quiere ganar, vote contra las encuestas. También se pifiaron recientemente en las primarias de la centro-derecha francesa.
Es evidente el fastidio y rechazo a la clase gobernante y a la corrupción generalizada. Estamos como en el reinado del calvinismo, según el cual la riqueza en la tierra es anuncio de la felicidad en el más allá. A esto ha conducido lo que hemos llamado insistentemente la captura de la Democracia por el capitalismo salvaje, al que solo lo mueve la ganancia del capital y su acción social se limita a proclamar que de esas ganancias caen gotas de bienestar a los de abajo. Como dicen los chilenos: ya ese “chorreo” no convence a nadie. Es necesario entender que la tremenda crisis del Capitalismo 2008-2009, nunca ha sido resuelta. El Estado, entonces menospreciado por el neo-liberalismo, tuvo que salir a fondear los bancos para salvarlos de la debacle de la creación de dinero virtual que a la hora de la crisis desapareció de sus pantallas. Con tal ayuda, los bancos se recuperaron de sus pérdidas pero el ciudadano medio de Estados Unidos no ha podido recuperar su casa y las nuevas generaciones europeas no ven, ni ahora ni en el futuro, el bienestar de que gozaron sus padres.
Allí está el origen del inmenso malestar social tan notorio en la sociedad occidental. Los retos de esa crisis no han sido superados: el crecimiento económico es raquítico, el desempleo se mantiene, el petróleo, sube y baja, no aparecen los grandes líderes, y hacen fiesta de irresponsabilidad los políticos menores con propuestas inmediatistas, que buscan más impactar en las urnas que entrar a resolver con intrepidez y visión de estadistas los males que aquejan a sus pueblos.
Es, también, una sociedad asustada por los golpes del extremismo islámico y que ve en la inmigración la amenaza que se cuela por sus fronteras. Consideran que están en peligro su vida, sus valores, su cultura. Vivimos la cuadratura de un círculo siniestro del cual no se ha encontrado como salir. Sí, son muy grandes los problemas y más aún los interrogantes.
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Está próxima a reunirse la Convención Nacional Conservadora con el objetivo de integrar sus cuadros directivos y actualizar sus programas y propuestas. Ahora, cuando se agranda la distancia entre las directivas parlamentarias y la opinión pública, cubrir esa distancia debe ser el objetivo prioritario de la Convención. Hay que poner el oído en el alma de las masas, en el campesino, en el arriero, en el ciudadano de a pie, decía Alzate.
Desde la Academia del Pensamiento insistiremos en la necesidad de una agenda social conservadora que se proponga quebrar la desmesura de nuestra desigualdad y brinde a los colombianos una vida de oportunidades. Para eso debe servir la Política.